Por Jaime Ordóñez
Voy a decirlo directamente para que no haya confusiones: mientras las drogas sean un tabú social, y mientras exista prohibición y penalización a su consumo (y en consecuencia, un alto precio), todo esfuerzo por controlar su asqueroso negocio y sus carteles será inútil y vano.
Lo mismo que en los tiempos de la prohibición del alcohol en los EEUU, a finales de la década de 1920, cuando un litro de whisky llegó a valer US$ 150 dólares de la época, cerca de US$ 1.200 dólares de hoy, y una mafia privada ligada a la policía manejaba el negocio en Chicago, Nueva York y otras grandes ciudades. El día que se levantó la prohibición el precio cayó: el alcohol volvió a su valor original, y los bebedores dejaron de ser sujetos de glamour y encanto. Se evidenciaron como son: adictos, sujetos enfermos, clientes de Alcohólicos Anónimos, y punto.
Mientras la cocaína, la heroína y otros productos tengan un alto valor económico (y sean objeto de clandestinidad, de subrepticia adquisición y de consumo), los Carteles de México y Carteles de Colombia, sus capos, sus intermediarios, canguros, socios nacionales y demás delincuentes y especimenes, serán los grandes ganadores del negocio.
Por más control de la DEA, de las policías nacionales, del control aéreo y marítimo, etc., con el apoyo y fondos de cualquiera de los gobiernos de la región. El negocio de la droga (que maneja literalmente varios billones de dólares al año en esta región de Mesoamérica) siempre tendrá fondos para comprar conciencias, puestos fronterizos, oficiales, y hacerle la vista gorda a más de uno. Siempre tendrán más dinero que la institucionalidad de los gobiernos.
El día que se levante esa prohibición (e inclusive el sistema hospitalario de los países ofrezcan pública y gratuitamente el propio producto y la rehabilitación a los consumidores, como ha hecho un país escandinavo y uno de los Países Bajos) el consumidor, en lugar de adquirir glamour y lustre, se convertirá en un pobre diablo, en un enfermo más, en una suerte de escoria social. El precio se irá al suelo, la red del negocio se desarmará e, inclusive, la oferta del producto será menor. Un estudio publicado por la revista inglesa The Economist hace unos años demuestra como el levantamiento de la prohibición bajó literalmente el consumo en un país europeo.
Se que este es un tabú y no tiene posibilidades en el futuro cercano. Muchas personas se rasgan las vestiduras, ponen los ojos en blanco y levantan su moralina tronante contra una medida como ésta, no sólo en América Latina, sino también en los EEUU. Incluso un tipo evolucionado y moderno como el presidente Obama parece que seguirá luchando contra la droga a la vieja usanza, según se deduce de sus recientes acuerdos con el presidente Calderón en México. No lo culpo. Cambiar el paradigma (y quizá lo pensó en otro momento), sería, sin embargo, meterse en un fangal de discusión ideológica, justo cuando tiene otros temas más gordos o urgentes entre manos.
Lástima, porque el problema no se resolverá de esa manera y sufriremos una generación más de muchachos y muchachas en América Latina, en los EEUU y otros lugares del mundo amarrados al yugo de la droga, mitad embrujo simbólico y social, mitad sustancia que mata. Y, además, el sucio dinero de los carteles y sus intermediarios continuará corrompiendo la vida pública de nuestros países.
Fuente Diario Extra
Caricatura El Roto
El énfasis es nuestro
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