El apogeo de la dictadura neoliberal

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Por Luis Paulino Vargas Solís


El referendo sobre el TLC con Estados Unidos marca un punto culminante. Es, en lo que a Costa Rica se refiere, el cenit, la cúspide en el proceso de forja de un nuevo tipo de dictadura: la dictadura neoliberal.

Es la dictadura de los tiempos de la globalización neoliberal y del capitalismo salvaje de las tecnologías de la información y las comunicaciones. Aquí alcanzó su apogeo y de aquí en más empezará su declive. Hacia futuro le queda básicamente una opción: recurrir, como en los viejos tiempos, a las armas cruentas y sanguinarias de la represión física directa. Por esta vez –una vez más- engañaron a nuestro pueblo.

Pero el engaño ha sido de tal forma violento y de unas dimensiones tan hipertrofiadas, que despedazó todos los disfraces y puso al desnudo, de un solo golpe, la pudrición de este régimen despótico. Pulverizadas quedaron todas las caretas de democracia con que disimulaban sus vergüenzas. Imposible creerles ni sus poses de sedicentes demócratas, ni la parafernalia legal e institucional detrás de la que se escudan. Quemaron todas las naves y ahora solo les queda un recurso: volarle palo al pueblo.


El proceso histórico

Esta dictadura empezó a fraguarse hace 25 años, tras la crisis de la deuda externa, de la que Costa Rica fue una víctima más, como tantos otros países en América Latina. Emerge, en sus inicios, como un cuestionamiento relativamente tímido, pero suficientemente articulado, contra el papel del Estado en la economía, y se diversifica en variadas propuestas orientadas a una mayor apertura externa.

El proceso se acelera cuando en 1984 Lizano es nombrado Presidente del Banco Central. Esto da inicio a un movimiento, gradual pero sostenido, hacia la liberalización y privatización del sistema financiero. En 1985 se negocia el Programa de Ajuste Estructural I (PAE-I), primera pieza, relativamente maciza, donde ya se expresaba la ideología librecambista de lo que años después recibió el apelativo de Consenso de Washington.

La primera administración Arias (1986-1990) profundiza los procesos de liberalización financiera, aplica el PAE-I, negocia y aplica el PAE-II e inaugura la ofensiva destinada a destruir la agricultura costarricense y nuestra seguridad alimentaria. Con Calderón Fournier (1990-1994), no solo se negocia el PAE-III, sino que el país entra de lleno en la danza especulativa de los capitales financieros globales. Figueres Olsen (1994-1998) pone en marcha el PAE III, termina de sentar las bases para hacer del sistema financiero el reino de la especulación y el despilfarro, y se convierte –él personalmente- en el capataz local a cargo de satisfacer cada capricho que las transnacionales exigen para invertir en Costa Rica.

Desde finales de los noventas, y más agudamente tras las jornadas populares del “Combo ICE” (marzo-abril de 2000), el proceso se estanca. El neoliberalismo entonces se recompone y lo hace por dos vías que se refuerzan mutuamente:

1) la jugarreta montada desde la Sala Constitucional, que reinstaura de forma espuria la reelección presidencial y permite el lanzamiento de la candidatura de Arias; y 2) la negociación del TLC con Estados Unidos (administración Pacheco). Así, la cuestionada elección de Arias en 2006 responde a un objetivo que se expresa con transparencia: relanzar y profundizar el proyecto neoliberal. El TLC vendría a ser, en ese contexto, el poderosísimo instrumento con base en el cual acelerar el cumplimiento de tal objetivo.


Los sutiles artilugios dictatoriales del neoliberalismo: envilecer y corromper

Iniciando en los ochentas, el neoliberalismo va tejiendo los hilos de su dictadura por vías que, en principio, fueron sutiles. Pero conformen emergían resistencias –ya a inicios del nuevo siglo- asimismo se fue recurriendo, más y más, a procedimientos que forzaban la institucionalidad vigente y ejercían violencia sobre algunos de los más básicos derechos ciudadanos.

La primera y relativamente extensa etapa se prolonga desde mediados de los ochentas hasta finales de los noventas. Son tiempos en que la estrategia avanza gradual, pero fluida y consistente. Su base política la proporcionaba un bipartidismo nominal que, en lo fundamental, prestaba la mampara democrática detrás de la cual se ocultaba una coincidencia plena alrededor de ciertos objetivos básicos, principalmente orientados a la transnacionalización de la economía.

Por entonces, complacientes y afanosas, las oligarquías criollas forjaban de sí mismas una visión como capataces al servicio de las corporaciones transnacionales. Sus representantes a cargo de gestionar la institucionalidad del poder político, eran elegidos y colocados ahí con el expreso mandato de dar cumplimiento a ese cometido. La tercera columna la proporcionaba –entonces como ahora- el poder mediático concentrado, beligerante a la hora de promover los proyectos del neoliberalismo y oficioso en su tarea de maquillar de legitimidad a los actores que ejecutaban la partitura correspondiente.

Y, en efecto, el proceso se legitimaba teatralmente, desde el fingimiento y la mentira. Formulaban promesas que en seguida eran olvidadas e incumplidas, mientras se daba luz verde al gran negociado corrupto y la concentración de la riqueza en polos altamente privilegiados. Entre tanto, activamente se buscaba anestesiar la memoria, recurriendo para ello a la dádiva. Los pobres, que cuatro años atrás creyeron las falsas promesas, se acostumbraron a extender la mano para recibir algún mísero regalillo que les hiciera olvidar el engaño y los llevara a depositar de nuevo la confianza en los mismos mentirosos que ya los habían estafado.

El sistema desarrolló así, de a pocos pero sin pausa, una capacidad enorme para pulverizar la dignidad y el orgullo de la gente; para desposeerla hasta del más elemental sentido del respeto y la solidaridad. Esa es una de las bases de su poder y a ella se recurrió, exprimiéndola en todas sus posibilidades, con motivo del referendo del 7 de octubre. La cosa no es difícil de entender y la sufren, de modo especialmente agudo, esos amplios y crecientes sectores sociales marginalizados.

El sistema los incluye por exclusión, ya que los contiene como seres humanos a quienes se les niega su condición de tales, en cuanto han sido despojados de todo sentido de dignidad. El sistema los lanza al borde de la mendicidad y los despoja de toda esperanza para, enseguida, sobornarlos y, por esa vía, corromperlos y envilecerlos. Descompuesta desde dentro, ésa es una poderosa matriz generadora de descomposición social generalizada.

Diferente en su forma, pero no tanto en su contenido, es la receta que el sistema aplica en relación con otros sectores de la población, incluso de la clase trabajadora, pero especialmente de los estratos medios. En tales casos se conservan posibilidades materiales más o menos holgadas, pero se sufre el bombardeo sistemático de una ideología mercantil totalitaria, que busca destruir los referentes simbólicos en que se asienta la identidad del pueblo costarricense.

Ésta es sustituida por los antivalores de la competencia irrestricta, el triunfo del más fuerte, la acumulación de riqueza material, el consumo desbordado. Parte del proceso es la estupidización por vía de la vulgarización y trivialización: lo mismo en relación con la política, el arte y la cultura, que el entretenimiento y la misma educación. También aquí hay un proceso de envilecimiento, ya que se moldean individuos alienados, que sacrifican su libertad a favor del consumo, al tiempo que pierden todo sentido del respeto y la solidaridad frente a los otros seres humanos.


Al crecer la resistencia, el neoliberalismo se endurece

Las coaliciones del poder político, económico y mediático –a cargo de estructurar una economía basada en los criterios propios del capitalismo salvaje- hundían así sus raíces en las profundidades del tejido social, mediante la corrupción y el envilecimiento.

Y aunque por esa vía acumulaban éxitos considerables, en ningún caso les resultaba fácil ni simple hacer desaparecer todas las reservas patrióticas, asentadas en valores de justicia y democracia, que históricamente han florecido en el alma cultural del pueblo costarricense.

Pero, además, la sociedad gradualmente se volvió más compleja y heterogénea y, con ello, emergieron nuevos focos de reivindicación y diversificadas formas culturales, radicalmente reacias a ser atrapadas en el universo gris y homogéneo del neoliberalismo.

De tal forma, empezaron a emerger resistencias que, con el paso del tiempo, crecieron y se vigorizaron. Ello explica el estancamiento del proyecto neoliberal desde finales de los noventas, el gradual desmoronamiento del bipartidismo, la emergencia del Partido Acción Ciudadana y, en un nivel cronológicamente más localizado pero sociológicamente decisivo, la triunfante lucha popular del “Combo ICE”. En ese mismo proceso se inscribe nuestro gran Movimiento del No.

Los obstáculos crecientes generan respuestas proporcionales. Gradualmente el neoliberalismo transita desde una dictadura que se ejercía por las vías suaves del engaño, la manipulación, el soborno y el fingimiento, hacia formas paulatinamente más duras, más frontales y desembozadas.

Eso es lo que vemos desde el 2003 hacia delante: la resolución de la Sala Constitucional sobre la reelección; la negociación del TLC; la cuestionadísima elección de Arias; la sumisión del Tribunal de Elecciones; la granítica coalición de los poderes económicos, políticos y mediáticos alrededor del TLC.

Hasta culminar con el atropello de dimensiones cósmicas fraguado y consumado con motivo del recién realizado referendo, en el cual un cuarto poder –el gobierno genocida y corrupto de Bush- intervino de forma directa e impúdica.

Conforme los métodos suaves dan lugar a los más duros, igualmente empiezan a caer las caretas. Es lo que hemos visto en estos últimos años. Después del referendo ya el monstruo quedó totalmente expuesto. No queda duda de lo que este sistema es y, definitivamente, no es un sistema democrático.


Referendo: la dictadura neoliberal al desnudo

Dije al inicio que esta dictadura neoliberal alcanzó su cenit con motivo de este referendo. Me refiero, en concreto, a esa dictadura de nuevo cuño –la de los tiempos de la globalización neoliberal- que se ejerce oculta tras ropajes que fingen democracia y cuyas raíces se hunden en lo más profundo del tejido social, alimentándose del envilecimiento de la gente.

Todas sus características distintivas emergieron en este referendo, asumiendo manifestaciones excepcionalmente virulentas. Ello puso en evidencia el endurecimiento de la estrategia, cosa que se ratifica adicionalmente con la presencia de nuevos elementos. Veamos, primero, los elementos ya conocidos que en esta ocasión fueron llevados a límites desconocidos:

La coalición de los partidos del neoliberalismo: ya no es el viejo esquema bipartidista. Ahora luce más variopinta en su aspecto exterior, pero unida por un cemento aún más firme. Combina objetivos de abierta entrega de la sociedad y economía costarricenses a los poderes transnacionales, con una indisimulada proclividad a favorecer los negocios personales y familiares y los de los amiguetes.

La coalición del poder económico, político y mediático: tan maciza como posiblemente no lo fue jamás en la historia. Se expresó con una sola voz y en total sintonía.

La manipulación masiva y sistemática de la información, que es, en realidad, manifestación visible de esa sólida coalición de los poderes mediáticos con los económicos y políticos.

El soborno: si el sistema se ha sostenido envileciendo, nunca como ahora quiso envilecer hasta el límite más degradante, de la más extrema humillación. Las zonas marginales y, en general, las barriadas populares de las ciudades, lo escenificaron: la dádiva aquí y allá; la compra descarada del voto. O sea: el soborno como instrumento de sometimiento. Incluso una zona siniestrada por la crecida de un río (Taras de Cartago) presenció el desfile corruptor de los compra-conciencias.

Pero elementos relativamente novedosos se hicieron presentes. Son también mecanismos humillantes que, en el proceso, envilecen, solo que en este caso no actúan a través del soborno sino de la amenaza. Veamos:

La presión sobre trabajadoras y trabajadores en muchas empresas. Tomaba formas diversas: desde la presencia de expertos oficiales que llegaban a impartir sus charlas adoctrinantes sin posibilidad de escuchar una versión alternativa; pasando por la insinuación (o amenaza abierta) de despido para quien votara No; hasta la amenaza de que sin TLC la empresa simplemente buscaría otro país donde instalarse.

La operación masiva de terror ejercida sobre la población entera, la cual se llevó a cabo mediante la abierta complicidad entre el gobierno de Arias, los medios de comunicación locales, la cadena CNN y el gobierno de Bush. Éste intervino de forma directa y desembozada pero, además, lo hizo en términos absolutamente irrespetuosos.

Arias propició esa intervención y, una vez ejecutada, le sacó el jugo hasta el límite de lo posible, para lo cual contó con la graciosa generosidad de medios de comunicación –incluida la CNN- que sobredimensionaron el asunto en términos verdaderamente hollywodenses, sin abrir ni la más pequeña ranura donde pudieran expresarse puntos de vista discordantes.

Ni siquiera aquellos expresados por las figuras más importantes del Congreso y Senado estadounidenses –Pelosi, Reid, Rangel, Levin- donde se aseguraba que no había conexión alguna entre la decisión que pudiera tomar Costa Rica en relación con el TLC y la Iniciativa de la Cuenca del Caribe, y los cuales, además, expresaban un apoyo respetuoso, ajeno a cualquier amenaza o intimidación (uno se pregunta: igual que la corrupta administración Bush chantajeó a favor del sí, ¿Qué impedía a la mayoría demócrata del parlamento estadounidense chantajear a favor del No? En cambio, se limitaron a manifestaciones sumamente comedidas).


Hacia el endurecimiento dictatorial del neoliberalismo

El sí triunfó alimentándose de la podredumbre que ha acumulado por más de dos decenios, pero, sobre todo, triunfó montando la operación de chantaje e intimidación colectiva más grande que Costa Rica haya presenciado en su historia.

Lo primero no es nuevo, pero ahora alcanzó los límites del paroxismo: es el envilecimiento y la humillación que se ejerce por medio del soborno y la compra de conciencias. Es decir, una de las bases de poder en que se asienta la dictadura neoliberal es la degradación moral que ella misma ha propiciado.

Es la gente marginada y empobrecida, a la que el sistema le niega su dignidad humana por partida doble: primero, negándole una vida decente y, logrado esto y aprovechándose de su vulnerabilidad, comprándole su conciencia. O bien la gente –especialmente estratos medios aunque también una parte de la clase trabajadora- a quienes el sistema envilece y corrompe de otra forma: a través de la degradación moral que provoca la alienación consumista, la pérdida de identidad patria y la disolución de valores tan básicos como el respeto y la solidaridad. Esta gente es susceptible a la intimidación precisamente porque su horizonte de vida tiende a agotarse en lo inmediato y personal.

Pero el triunfo del sí se hizo posible principalmente con base en la amenaza. Ya ésta venía ejerciéndose, desde meses atrás, en muchas de las grandes empresas, lo mismo nacionales que extranjeras. Se volvió fenómeno colectivo justo en los tres últimos días previos al referendo, alimentada por el chantaje originado en la Casa Blanca. Quizá nunca en la historia de Costa Rica se había ejercido una violencia, tan sistemática y metódica, sobre los mecanismos de la democracia. Aquí sí, y ya sin duda posible, la dictadura se desnudó en toda su crudeza. Gracias a eso, y en tan solo 72 horas, convirtieron una derrota aplastante en una victoria pírrica.

El caso, sin embargo, es que el Movimiento del No los llevó a una situación límite, al punto que los mecanismos suaves resultaron insuficientes y tuvieron que recurrir a mecanismos relativamente duros. Pero con ello se pusieron en evidencia tal cual realmente son. Esto inevitablemente profundiza su desprestigio y alimenta la más radical desconfianza por parte de un amplísimo sector de la población, cosa que, a su vez, restringe las opciones disponibles a futuro.

Difícilmente el neoliberalismo podrá seguir sosteniéndose si para ello se limita a los mecanismos suaves. El sistema se mueve tristemente en una sola dirección: su endurecimiento cada vez mayor.


Fuente Tribuna Democrática

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