Desastres: ¿naturales?

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Por Nora Garita

¿Cuántas muertes deben ocurrir para que el país discuta seriamente y decida cómo vamos a enfrentar los desastres? Esta vez estamos devastados, con tantos fallecidos en San Antonio de Escazú, con tantas pérdidas juntas, puentes caídos, pueblos inundados.

En otras culturas se pensaba que los desastres eran provocados por dioses: Tlaloc, dios de la lluvia, la permitía o había sequía; ante dioses de los truenos, poco podían hacer los mortales. Otras personas creen aún en un destino que se cumple: “les tocaba”, dicen. Lo interesante es preguntarnos: ¿cuánto de ese desastre lo hemos provocado los seres humanos? ¿cuánto podemos hacer para evitarlo?

Recordemos la explicación del geógrafo Allan Lavell, quien enumeraba después del huracán Mitch algunas de las cosas que hemos hecho conforme a un cierto tipo de crecimiento económico: sobre-explotación del ambiente natural, destrucción de cuencas hidrográficas, explotación de suelos hasta agotarlos, alteración de ecosistemas, crecimiento urbano sin planificar el uso de los suelos. Eso lo llamaba “amenazas socio-naturales”. Somos los seres humanos, con esa forma de crecimiento económico, los que provocamos los resultados de esas prácticas: erosión de suelos, deforestación, inundaciones, sequías, deslizamientos. Cuando vemos el resultado en la naturaleza, las percibimos como si fueran solo amenazas naturales, y se nos olvida cómo se produjeron.

Pensemos en una situación cotidiana. Si es posible que llueva, decimos que hay “amenaza” de lluvia. Entonces usted corre a revisar las goteras, para no ser vulnerable ante esa amenaza. Pero si usted no hace nada por su techo, es más propenso a sufrir daños, a tener su casa inundada cuando regrese del trabajo. Esto es lo que explica Allan Lavell: el riesgo, la probabilidad de daños, se produce por dos factores: la amenaza (probabilidad de que ocurra un evento) y la vulnerabilidad social (propensión de sufrir daños debido a características particulares). Construir en laderas de ríos, es construir vulnerabilidad social. Los seres humanos podemos actuar tanto en la reducción de la vulnerabilidad como en no provocar amenazas. Es urgente y hay que cambiar.

A pesar del discurso ambientalista oficial, hemos visto que se privilegia cualquier propuesta económica aunque dañe recursos naturales. El recién presentado informe del Estado de la Nación señala en esta disyuntiva cómo los grandes proyectos turísticos y el desarrollo de la minería ponen en peligro nuestros recursos naturales.

Para recordar solo un dato de este informe XVI: las zonas con potencial de yacimientos de minería metálica se traslapan en un 90 % con áreas silvestres protegidas. ¿Podrá el gobierno enfrentar de otra manera la disyuntiva? Si destruimos nuestro patrimonio ecológico por una visión economicista de corto plazo, seguiremos acrecentando los riesgos. El duelo nacional debería cuestionarnos profundamente qué país estamos construyendo, qué planeta estamos destruyendo.


Fuente: Diario Extra
Suplemento Página Abierta

Caricatura: El Roto




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