- El estudioso de la economía mundial, Wim Dierckxsens, cree que el Tratado de Libre Comercio (TLC) no beneficiará a Costa Rica en la actual crisis
Eduardo Ramírez Flores, redactor
La crisis financiera internacional es culpa del gobierno estadounidense, al someterse a la presiones del neoliberalismo de las grandes empresas transnacionales en la aplicación de sus políticas económicas, aseguró Wim Dierckxsens, autor del reciente libro "La crisis mundial del siglo XXI: oportunidad de transición al postcapitalismo".
Para el investigador del Departamento Ecuménico de Investigaciones (DEI) -con sede en Costa Rica- y miembro del Foro Mundial de Alternativas, vincularse con Estados Unidos mediante el Tratado de Libre Comercio (TLC) es como aliarse con un moribundo.
Dierckxsens, tiene amplios estudios en ciencias sociales, economía y demografía; nació en Holanda y está anclado en Costa Rica desde 1971. El especialista hizo un rápido repaso de la coyuntura económica nacional y mundial, en una entrevista con este Semanario el pasado 9 de octubre, cuyo resumen se ofrece a continuación.
En 1992, el escritor Francis Fukuyama anunció el fin de la historia humana en sus luchas ideológicas y propuso la economía liberal democrática como la única opción frente al derrumbe del socialismo, razón por la cual Estados Unidos sería el único camino para alcanzar el sueño marxista de una sociedad sin clases. ¿Es la actual crisis financiera estadounidense un mentís a aquella tesis de Fukuyama?
-Escribí en aquel año un documento como respuesta a lo dicho por Fukuyama, titulado "De la globalización a la perestroika en Occidente". En ese momento se celebraba aún la caída del Muro de Berlín y el neoliberalismo se sentía triunfante. Señalé que el neoliberalismo era finito por definición y que no iba a durar décadas. Esto por las siguientes razones: el keynesianismo pretende hacer dinero y agrandar el pastel, mientras que neoliberalismo lo que busca es acaparar este pastel.
Por ejemplo, hoy en Costa Rica todo lo que compramos es transnacional y antes había que buscar con lupa productos que no eran hechos aquí, pues tenía tasas altas de impuestos. Yo dije que era cuestión de tiempo para que ese pastel estuviera repartido, y dicho y hecho; allí comenzaron los problemas.
En los últimos años Ud. se ha dedicado a estudiar la economía del mundo. ¿Se veía venir esta crisis financiera o resultó inesperada?
-Se veía venir. Cuando el pastel estaba repartido -a finales de los años 90-, durante la reunión de la Organización Mundial de Comercio (OMC) -en 1999- se llegó a la clara conclusión de que el modelo se había agotado y que las grandes potencias no querían abrir sus fronteras a los contrincantes; allí fue donde de alguna manera murió la OMC y a partir de ese momento se ve que disminuyen las tajadas nuevas del mercado que acaparan las transnacionales.
Las acciones comenzaron a bajar entre marzo del 2000 y el 10 de setiembre del 2001, aunque algunos lo atribuyen a los ataques del 11 de setiembre. Fue cuando colapsó la primera burbuja bursátil.
A partir de ese momento la Reserva Federal de Estados Unidos comenzó con la política de bajar las tasas de interés, con el fin de inyectarle recursos a la economía y se inició la burbuja hipotecaria que estalló recientemente, a lo que se suma un gran endeudamiento, no solo de las empresas transnacionales por sus carreras de fusiones y adquisiciones, sino también del Estado, con su deuda privada y pública que superaba la deuda de los países del mundo juntas. Han estado viviendo de fiado y eso tiene un límite; ahora llegó la hora de pagar.
¿Hubo intentos de ocultar esta crisis?
-Claro, todo el mundo quiere ganar. La codicia es muy fuerte. La mismas personas que buscan la hipoteca tienen codicia, ya que hoy compran una casa en $100.000 y dentro de algunos años piensan que va a valer $200.000, por lo que están haciendo plata mientras dan vueltas en la cama.
En cuanto al capital, la idea era obtener ganancia en el corto plazo y si no nos va bien nos callamos las eventuales consecuencias. No es que por falta de inteligencia no pudieron haber previsto las cosas. Allan Greenspan conscientemente dejó la cosa pasar, aunque recibiera presiones, porque como se ha visto en estos días, la Reserva Federal es un banco privado, no es un banco del Estado; los bancos privados son accionistas de esta Reserva.
¿La culpa es entonces del gobierno estadounidense? ¿Qué papel juegan aquí las bolsas de valores?
-La culpa es de un gobierno que está bajo presiones de los grandes capitales. No se gobierna el país en forma independiente, sino que está respondiendo a intereses de cierta clase. El neoliberalismo responde a los intereses de las empresas privadas grandes. No es como en los tiempos del keynesianismo, cuando el gobierno tenía un papel de rector de la economía. En este caso, el gobierno acompaña las exigencias -por decirlo así- de la empresa privada, como lo es el sector financiero.
¿Se pudo evitar que el derrumbe financiero alcanzara las dimensiones que tiene hoy?
-Si en el 2001 se hubiera sido consecuente y no se hubiera intentado buscar la salida mediante un globo financiero, se podría haber tenido una crisis de mucho menor intensidad. Pero, al fomentar el endeudamiento se llegó a un punto extremo.
¿Sufrirá la doctrina del capitalismo un cambio sustancial a partir de los últimos acontecimientos, o podrá capear este vendaval?
-Esta es una crisis grande. Hoy en día estamos más interconectados que en los años 30, por lo que no hay lugar dónde escaparse. No quiero decir que va a afectar a todos con igual fuerza. Entre más conectados se esté, más fuerte será el impacto. La gente se pregunta si es una crisis del sistema.
Para mí es una crisis civilizatoria, e incluso no es solo financiera, sino también ecológica cuando hay un problema por los precios del petróleo, que dispara los costos de los alimentos y provoca especulación. Todo esto hace que haya no solo un problema del sistema capitalista, sino del modo de vida de la humanidad.
Es difícil prever si el sistema sobrevivirá o no a esta crisis, que para mí es real y profunda, y que se puede ver radicalizada por algunos movimientos sociales, ya sea hacia la derecha o hacia la izquierda. Hay pánico en Estados Unidos o en Europa; la gente tiene miedo de perder su pensión, sus ahorros, y ante esta situación no se van a quedar quietos.
El director gerente del FMI -Dominique Strauss-Kahn- ha dicho que la crisis financiera internacional fue provocada por la falta de controles o porque estos fueron insuficientes. ¿Comparte usted esta afirmación?
-Claro que no hubo controles. Hicieron toda la desregulación posible. En Costa Rica también hemos tenido financieras sin ningún control y de repente echan el dinero en la maleta y se van. Con los controles rigurosos que había en los años 70 este tipo de cosas no eran posibles, pero con el tiempo eso se liberalizó, con el fin de abrirle campo a la iniciativa privada, especulativa también.
¿Cree que son correctas las medidas que está tomando Estados Unidos para remediar el desastre financiero?
-No creo. Con $700.000 millones para comprar papeles chatarra, los bancos se liberan de eso, pero la magnitud es mucho más grande. Los papeles no tienen respaldo en la economía real.
Si hubiese una mayor nacionalización que le dé más garantías al ahorrante, se podría lograr un mejor efecto que amortigüe el pánico financiero. Pero, en este caso Estados Unidos nada más atiende a los bancos y estos al recibir los fondos los dedican a pagar a los gerentes que hay que despedir, entonces la gente se va a encachimbar y ya está furiosa. ¿A quién se está protegiendo, al gran capital, o a la ciudadanía? La gente tiene la clara sensación de que están tratando de salvar al capital y no a las personas, ni al sistema en su conjunto.
¿Va la economía mundial hacia una recesión?
-Ya está en recesión en Estados Unidos. En Japón desde hace 20 años. Europa está entrando. Si hay inseguridad económica ¿qué hago yo como ciudadano? En vez de endeudarme, comienzo a retener mi plata. Eso hace que caiga la demanda, aparte de que ningún banco presta.
En Costa Rica, el Ministro de Hacienda -Guillermo Zúñiga- dice que con el superávit que tiene el país se le puede hacer frente a la crisis; mientras tanto el presidente ejecutivo del Banco Central -Francisco Gutiérrez- estima que la economía costarricense no se verá muy afectada. ¿Qué opina de estas predicciones?
-En cuanto a lo que dijo Gutiérrez sobre la bolsa de valores estoy de acuerdo, ya que esta no es importante y allí no va a pasar mayor cosa. Lo que sí va a haber es una contracción fuerte en el turismo, en la construcción, y en los servicios. Vamos a tener que comer más piñas, porque no se podrán vender; y volver a cultivar arroz, porque no podremos importarlo.
En este momento de crisis de la economía estadounidense, ¿la eventual aplicación del TLC sería ventaja o desventaja para Costa Rica?
-Hace un año dije que lo que se estaba aprobando con este tratado es un moribundo. Cuando se apruebe esta ley se van a dar cuenta de que ya no tiene sentido, que ya pasó la era del neoliberalismo. La aplicación del TLC acentuaría la crisis financiera actual. No se va a poder exportar a Estados Unidos, porque ellos no estarían importando; entonces, habría que volcarse hacia adentro.
Ellos hicieron creer que Costa Rica tenía una economía desconectada del comercio internacional. Pero cuando en agosto del 2007 en Estados Unidos surgió la crisis, dijeron que había que desengancharse de la economía, para que no aumentara el efecto de ésta. Si Costa Rica dejara pasar de largo el TLC, creo que esto protegería al país. Vamos a tener que fomentar en el futuro una mayor intervención estatal, menor dependencia del exterior y un vuelco hacia adentro.
Fuente Semanario Universidad
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