Por Astrid Barnet
Las presiones de las naciones ricas por pasar de los combustibles tradicionales a los biológicos ya se extienden hacia algunos países de África, situación sin lugar a dudas, que implica un aumento de la inseguridad alimentaria de ese continente, un ascenso en el precio de los alimentos y mucha más hambre y pobreza.
Firmas como las estadounidenses Archer Daniels Midland (ADM) y Cargill -presentes desde hace algún tiempo en el sector de los biocombustibles en varias naciones- ya están en territorio africano, al igual que la británica Actis, la cual anunció recientemente la creación de un fondo de un millón de dólares para invertir en ese sector.
Como era de esperarse, los efectos de estas acciones resultan ya muy evidentes. En Tanzania, por ejemplo, miles de agricultores que cultivan arroz y maíz están siendo expulsados de extensas áreas de tierra fértil para que corporaciones occidentales establezcan sus plantaciones de caña de azúcar y jatropha. Este último, uno de los nuevos cultivos africanos para producir combustible.
Millones de hectáreas en Etiopía han sido calificadas como óptimas para la producción de biocombustibles, por lo cual algunas compañías foráneas han recibido tierras de cultivo, bosques y zonas vírgenes.
Ni siquiera las áreas protegidas están a salvo de la invasión de los biocombustibles en la nación etíope. Según medios de prensa, en fecha reciente a un inversor europeo le fueron entregadas 13 mil hectáreas de tierra en el estado de Oromia. De ellas, un 87 por ciento conforma el Santuario de Elefantes de Babile, patrimonio cultural concebido para especies de paquidermos en peligro de extinción.
En Zambia, el cultivo de jatropha muestra tal auge, que numerosos inversores occidentales suscriben contratos por 30 años de duración, a partir de los cuales se transfiere el control sobre la producción de la granja a compañías foráneas, supervisoras de los pagos y precios.
La jatropha se está cultivando también en Togo, Ghana, Senegal, Malí, Costa de Marfil y Níger. En Senegal, los cultivos para combustibles ocupan hoy lugar central en el programa gubernamental de renovación agrícola de ese país.
En Ghana, compañías occidentales planean plantar un millón de hectáreas de jatropha con apoyo del gobierno; mientras, en Benin, otras firmas han obtenido autorización para plantar un cuarto de millón de hectáreas de cultivos para agrocombustibles.
Sin embargo, los agricultores y campesinos beninenses y los de muchos otros países de la región, no poseen más de una hectárea (como promedio) para sus cultivos de subsistencia, además de que se pronostica los agrocombustibles provocarán graves daños al medio ambiente.
Entidades como el Programa Mundial de Alimentos (PMA) y el Fondo de Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO) prevén que el incremento de las tierras destinadas a producir biocombustibles provoca la elevación de los precios de los alimentos y, a su vez, más hambre en el mundo.
Jean Ziegler, relator especial de Naciones Unidas para el Derecho a la Alimentación, significó que Africa esta bien posicionada para producir biocombustibles debido a la enorme cantidad de terrenos sin cultivar y los bajos costos de la agricultura.
“El 55 por ciento de la población africana basa su vida en la agricultura, una actividad que contribuye en 40 por ciento con el PIB del continente y representa el 60 por ciento del ingreso por exportaciones. Por tal motivo la producción masiva de biocombustibles constituye crimen de lesa humanidad”.
El pasado año, en una reflexión titulada Condenadas a muerte prematura por hambre y sed más de 3000 millones de personas en el mundo, el líder cubano Fidel Castro alertó acerca del peligro de los biocombustibles, y denunció la idea siniestra de convertir los alimentos en combustible elaborada por el presidente George W. Bush.
Días antes de estas consideraciones de Fidel, el principal inquilino de la Casa Blanca había declarado su intención de producir 132 000 millones de litros de biocombustibles para el 2017.
Ahora, cientos de inversores extranjeros muestran sumo interés en millonarios proyectos de biocarburantes en Africa, región donde por lo general la pobreza y el hambre son consecuencias directas de un sistema económico que viola el derecho a la vida y la soberanía alimentaria de una gran parte de los desheredados del Planeta.
Fuente Ecoportal.net
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