Por Isabel Ducca
Acerca del “Memorando del Miedo” se ha dicho mucho y se podría decir aún más todavía. Pero, a mí, personalmente, no me cuenta nada nuevo. Esa es la estrategia que ha dominado en este país desde hace varios años, sobre todo desde que comenzaron las negociaciones
Infundir miedo, falsear la realidad, ligarnos con los “malos” de la película han sido los recursos que han utilizado una vez y otra vez y otra y el disco parece de acetato y se rayó. Tanto que hablan
Se quedaron en la estrategia de los fascistas, las dictaduras y la guerra fría. ¡El mundo ya no es el mismo! El señor Bush desató una guerra y se ganó un rechazo global. La humanidad ha roto más de un paradigma y
Hoy quiero destacar dos asuntos. El desprecio al débil, al indefenso, la incapacidad para reconocerse y hermanarse con el otro o la otra. Eso es lo más grave, lo más triste y lo más doloroso. La infamia siempre tiene rostro esculpido por el desprecio, la amargura y la codicia. Lo más horroroso de esta historia no es que quieran ganar, que priven sus intereses mercantilistas por encima de cualquier valor, es que desconocen la fuente de toda posibilidad de existencia. Le dan de bofetones y patadas a la VIDA.
Creer que la democracia es una imagen publicitaria, que los pobres, los trabajadores de la empresa privada, los solidaristas y los cooperativistas constituyen únicamente números, caras que sacar en los medios de comunicación es un acto INHUMANO.
Esos señores y el conjunto de los que participan en esa campaña, así estén revestidos por un ropaje pacifista, ganado no se sabe por qué medios, han renunciado a una parte de sí mismos. Se arrancaron la capacidad de sentir el dolor o la dicha ajena. Se quedaron sin corazón. Tienen un órgano que bombea sangre pero no palpita o aletea como una mariposa por la alegría de constituir y construir parte de esa gran maravilla llamada HUMANIDAD.
En cambio, hubo alguien que no buscó protagonismo; no pensó en los medios, en las cámaras, en los intereses egoístas; no se petrificó por el miedo; sepultó cualquier asomo de duda e interés personal; renunció a cualquier posibilidad de obtener algo para su brillo, para su renombre y echó quién sabe bajo qué medidas de seguridad unas hojas en un sobre.
Después logró evadir cualquier deseo de delatarse; se guardó el secreto. Quién sabe bajo cuántos latidos por minuto iba su corazón cuando caminaba con el sobre en la mano y pensaba: “Tengo que hacerlo!, ¡Dios mío!, ¡dame fuerzas para llegar hasta ahí! ¡Tengo que hacerlo!” Seguramente dejó el sobre, salió
Esos son los actos que nos hacen recobrar la fe en la lucha, en la humanidad, la fe en el otro o en la otra aunque nunca sepamos quién fue ni aunque nunca le veamos el rostro.
Es mejor así porque nos hace pensar con ilusión y candor que podría ser mi vecina o mi vecino, o aquel que pasa en auto, el que está haciendo el alto, o aquella señora que hace la limpieza. Y entonces se nos dibuja una sonrisa en el rostro y sentimos que no estamos solas ni solos, que así como esa persona se convirtió en la heroína o el héroe desconocido, hay un montón, hay millones en Costa Rica y en el mundo luchando con lo mejor de sí por la VIDA DE ESTA MADRE TIERRA.
¡A esa persona un abrazo de gratitud en nombre
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