El recurso del miedo

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Por Luis Mata G.*

Decían en la antigua Grecia que cuando los dioses y las diosas quieren castigar, conceden lo que se les pide. Quienes claman por represión, pensando cándidamente que así se sentirán seguros, no entienden lo que piden, precisamente porque al vivir en un país sin ejército los últimos 70 años, no la hemos sufrido. Treinta mil muertos en México y otros tantos miles en Colombia, junto con la casi anulación de los derechos ciudadanos en extensas zonas –cuando no en todo el territorio—en esos países, no se los brinca un sapo.

Las consecuencias por la destrucción del Estado Social de Derecho, obra de los Arias Sánchez, con su concentración de riqueza y poder político aparejada a un aumento de la desigualdad social, las vivirá su sucesora.

Desigualdad es sinónimo de violencia y para que esa violencia no afecte a los y las favorecidas con el modelo es necesaria la represión.

Para que la represión sea paisaje urbano ha de ser solicitada por quienes la van a sufrir, y tal cosa se logra maximizando un problema real que produzca miedo. El miedo permite hacer con la sociedad lo que le venga en gana a quien ejerce el gobierno.

Falso y peligroso. Estamos claros que el problema del narcotráfico es importante, pero eso no ha de utilizarse como excusa para implicar -metiendo miedo- que nuestro país está en desventaja para combatirlo por no tener ejército. Tal cosa es grave, peligrosa y temeraria. A falta de argumentos débiles y cobardes, utilizan el recurso del miedo para lograr sus objetivos. Falso es que el problema del narcotráfico se resuelve con ejércitos –propios o extraños— porque es mentiroso y estúpido reducirlo a trasiego o producción. Un negocio que lava en los bancos –los mismos que venden tarjetas y hacen préstamos- más de $31.000 millones al año -solo en México y Estados Unidos de América- no se resuelve con incursiones militares.

Es tiempo de que en la lista de países con problemas de narcotráfico se incluya a los mayores consumidores, a los que lavan miles de millones de dólares al año, y no solo a los que producen. ¿Acaso no es un principio de la economía que la demanda establece el precio? Porque sin consumo no hay producción ni estratosféricas ganancias.

Que además metan en esa lista cuánto cuesta cada avión, barco, fusil, botas y demás pertrechos militares usados en los planes Colombia y parecidos y, de paso, una pequeña explicación para ignorantes como este escribidor, de cuáles son las “ventajas competitivas” de gastar cientos de millones de dólares en armamento y no invertirlos en educación y progreso real para nuestros pueblos.

Si la militarización en México y Colombia no ha parado el tráfico de drogas, habrá que concluir que la idea de implementarla en Costa Rica obedece a otros intereses.

Lo único concreto de este gobierno en seguridad es la autorización de atraque para barcos con 7.000 soldados –inofensivos cocineros y mecánicos según el comisionado Boraschi- en nuestras costas, que además contarán con patente de corso para hacer lo que les ronque, como una ironía de que lo que antes nos llenaba de orgullo ya no es, y con la complicidad de opositores que huyen con becas a dar clases en el extranjero, contratan consultorías eternas cuyos resultados nunca sabemos o hacen componendas con el gobierno a cambio de puestos.

Con seriedad. Si vamos a hablar en serio del narcotráfico en Costa Rica, que se nos diga cuánto dinero se lava en nuestro sistema bancario nacional privado o público, porque es iluso pensar que si el trasiego se paga con droga y ésta se vende en el país, esos dineros se guardan bajo un colchón. Si en Nueva York más de la mitad de los billetes que circulan están impregnados de partículas de alguna droga, vale la pena preguntarse cómo anda nuestro país.

Que no se use un tema serio y grave para satisfacer oscuros intereses que se cocinan en noches en vela, con la complicidad de quienes se esconden en la distancia para no tomar posición alguna, o quienes por ignorancia creen en los discursos de Ortega y Santos de que los ejércitos son parte fundamental de la democracia.

El narcotráfico no puede operar sin la complicidad de quienes con saco y corbata cobran comisión por la administración de esos dineros, ni de quienes se hagan de la vista gorda ante construcciones que aparecen de la nada en zonas que crecen contradiciendo los mismos informes macroeconómicos que se usan para justificar la incapacidad manifiesta de quienes nos gobiernan.

*Comunicador


Fuente: Página Abierta

Imagen: eneko


El énfasis es nuestro


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