Siendo un joven de 21 años, allá por los sesenta, me trasladé de la Meseta Central a la Zona Bananera del Atlántico. A muchos jóvenes nos llenaba de ilusión ver a otros que venían de la zona con sus buenas ropas y queríamos hacer lo mismo. Fue así como me enrolé y junto con mi hermano mayor me fui a buscar nuevos horizontes…
Empecé a trabajar a finales del año 1969. Después de algunos meses, un día de tantos el capataz nos informa a todos los trabajadores que ha llegado un nuevo agroquímico que debemos aplicar en la plantación. También nos dicen que se va a ganar muy bien en esa aplicación y de una vez se preparan para desempacar los utensilios que habían llegado para dicha aplicación. Resultó que los utensilios consistían en bombas fumigadoras y el agroquímico, porque nunca se nos suministró ningún material de protección. Primeramente se aplicó con spray, o sea, con cañerías. Los trabajadores teníamos que caminar por el área aplicada, cambiando y limpiando boquillas. Otros tenían que recorrer el área donde todo estaba impregnado por el agroquímico, que desconocíamos, y que tenía un olor insoportable.
Fue así como dio inicio a una tragedia que hoy día tiene a unos 25.000 trabajadores afectados en varios países centroamericanos y a muchos más que en forma indirecta salieron afectados, pero que no figuran en las listas de los que hemos presentado demandas en los tribunales de los EE.UU., porque no aparecen como aplicadores del veneno, a pesar de que también fueron afectados.
En ese período hubo muchas intoxicaciones, pero no podemos afirmar que ocurrieran muertes directas causadas por el contacto con dicho agroquímico, pero sí muchos trabajadores comenzamos a sentir algunos padecimientos que no eran comunes. Los trabajadores y los vecinos somos informados de la muerte masiva de peces en los riachuelos donde cae el agroquímico.
Eso nos hace sospechar que esa sustancia es muy mala. Un grupo de ambientalistas realizan una acción y se logra que un tribunal de La Haya, Holanda, condene a la Standard Fruit Company (Dole) por la contaminación y muerte de peces en el Río Estrella.
En esos días sale en los medios de comunicación una publicación sobre la demanda que los trabajadores de los EE.UU. han interpuesto contra una empresa fabricante de ese agroquímico, llamado Dibromo cloropropano (D.B.C.P), conocido en nuestro país como Nemagón. Fue allí donde comenzamos a sospechar que algún daño podríamos tener los que una vez tuvimos contacto con ese agroquímico, que tanto daño había causado a los trabajadores de la industria en Dallas, Texas.
Iniciamos las investigaciones y nos encontramos que ese agroquímico es cancerígeno, causa esterilidad y que con solo el olor o el contacto con la piel, es suficiente para estar contaminado. Además que había sido prohibido en EE.UU. hacía varios años, y a pesar de eso, nos lo enviaron a Costa Rica. A partir de allí se iniciaron acciones tantos legales como políticas, y se logró que la Asamblea Legislativa de Costa Rica prohibiera la aplicación de esa sustancia. Sin embargo, en contra de nuestras leyes, se siguió aplicando dos años más. Luego de otros dos años se suspendió el uso pero los sobrantes fueron trasladados a otros países centroamericanos como Nicaragua, Honduras y otros.
Grandes incógnitas. Las preguntas que nunca han sido respondidas son: ¿Por qué las autoridades de control sanitario permitieron el ingreso de ese agroquímico? ¿Será que las empresas lo metieron en forma clandestina? ¿Por qué las autoridades mantuvieron un gran hermetismo alrededor del caso? ¿Por qué la prensa se negó a publicar cualquier información al respecto? ¿Cómo fueron traslados los sobrantes a países centroamericanos burlando nuestros controles?
Todas estas preguntas están sin responder. El argumento utilizado muchas veces por algunos personeros del Gobierno es que, si seguimos con estas denuncias, las empresas podrían retirarse del país. Miles de trabajadores estamos esperando que se nos indemnice con base en que estamos cubiertos por una póliza del Instituto de Seguros; sin embargo, no se nos ha indemnizado después de una lucha que lleva 17 años.
Los padecimientos que tenemos todos los afectados son múltiples: desde dolores de cabeza, rinitis, pérdida de la vista, trastornos estomacales, dolores musculares y, por supuesto, la esterilidad e impotencia sexual, además de los numerosos casos de hijos nacidos con problemas congénitos…Y son muchos los que ya no tienen dolores porque han muerto esperando que se haga justicia con este caso.
Personalmente le envié una carta a la Presidencia de la República y no he recibido ni una letra por respuesta.
La amenaza continúa. En la actualidad no se aplica el DBCP, que se usaba para eliminar nemátodos en la raíz de la planta de banano, pero se aplica Counter, que hace los mismos efectos y a causa de su aplicación se producen todos los años muchas intoxicaciones y grandes matanzas de peces en ríos y canales de las zonas bananeras. Y una vez más los tribunales, las autoridades de salud y el Ministerio del Ambiente no reaccionan, a pesar de las múltiples denuncias que realizamos las organizaciones sindicales y ambientalistas. Recientemente se publicó un reportaje sobre una matanza de peces en el Río Tortuguero, pero hasta allí llegó todo, porque no se ha resuelto nada por parte de los tribunales, pese al grave daño causado al agua, la fauna y al medio ambiente en general.
Quiero manifestar que lo único positivo en todo esto es el nivel de conciencia que he adquirido para luchar por la defensa de nuestros recursos naturales, a lo que dedico gran parte de mi tiempo, porque estoy convencido de que si los ciudadanos comunes y corrientes no luchamos por conservar nuestros recursos naturales, nuestros gobiernos no lo van hacer.
A pesar de eso seguimos presionando a nuestras autoridades para que sean coherentes con el discurso que lanzan al mundo. Creemos que no se puede seguir pregonando la protección a los recursos naturales mientras internamente seguimos destruyéndolos.
*Víctima del nemagón.
Secretario de Salud Ocupacional y Medio Ambiente del Sindicato SITRAP.
Fuente: Diario Extra
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