Variaciones alrededor de una derrota electoral

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Por Luis Paulino Vargas Solís

Para todo efecto práctico relevante, en la próxima Asamblea Legislativa tan solo habrá un grupo de 13 diputados y diputadas de oposición: las fracciones parlamentarias del PAC y el Frente Amplio. A condición, eso sí, de que alguien del PAC no salga con algún domingo siete, como ya aconteció en anteriores ocasiones. Sin duda vienen cuatro años de tinieblas.

¿Qué futuro nos queda? En una primera y muy preliminar reflexión, propongo tres tesis, intentando contribuir al debate al interior de la oposición al neoliberalismo.


1. La importancia de la organización ciudadana de base


Estoy de acuerdo con el planteamiento de Javier Torres Vindas en el sentido de que en los últimos años ha habido una poderosa contraofensiva neoliberal orientada a recuperar la dominación -que había sufrido un menoscabo relativo- sobre la subjetividad de nuestro pueblo. De acuerdo, sí, excepto cuando la propuesta se resuelve como una tesis conspirativa que imagina un plan cuidadosamente urdido del cual son partícipes desde los partidos políticos -PLN y libertarios incluidos- hasta medios de comunicación. La derrota que sufrieron con motivo del combo ICE y el estancamiento relativo de la agenda neoliberal dieron lugar a un proceso de recomposición táctica y estratégica de las oligarquías criollas. Pero eso debería ser visto como un proceso complejo, no exento de contradicciones y fracturas, no como un plan perfecto diseñado y dirigido por algún cerebro maestro. La realidad generalmente es poco condescendiente con ese tipo de simplificaciones.

Aparte lo anterior, la mayoría de las veces seguimos discutiendo, en tono quejumbroso más que como un esfuerzo racional de comprensión en profundidad, acerca de los formidables instrumentos de poder de que dispone la oligarquía neoliberal. ¿Por qué seguir reiterándose alrededor de lo obvio? Sabemos que es así. Mejor fuera analizar a fondo cómo funcionan esos mecanismos de poder y cuáles contradicciones y debilidades tienen. Ello es indispensable si queremos enfrentarlos con alguna posibilidad de éxito.

En todo caso, lo realmente esencial es recuperar lo mejor de nuestras experiencias del pasado. Fundamentalmente una: el poder de la organización ciudadana. Si en algún momento existió la posibilidad -y sin duda esta fue muy real- de que el no al TLC triunfara, fue gracias a la organización de la gente y su movilización a nivel nacional.

También sabemos que la experiencia del TLC no puede ser extrapolada simplistamente a los procesos electorales. Pero ello tan solo debería motivar la búsqueda de alternativas que establezcan el puente necesario. En todo caso, no creo que ese puente pueda ser creado al margen de los partidos. Estos deben fungir como instrumento articulador, de forma que las iniciativas autónomas de la ciudadanía confluyan alrededor de un proyecto compartido de alcance nacional. Pero esto también demanda, por parte de la ciudadanía organizada, un acercamiento más crítico y menos emocional a los partidos, vale decir, ello supone reconocerlos como interlocutores legítimos y actores necesarios, pero teniendo claro -y denunciando cuando así se requiera- los vicios o limitaciones de que pudieran adolecer.


2. El papel del PAC


Si admitimos, pues, que los grandes problemas colectivos en una sociedad compleja como la de Costa Rica no pueden ser resueltos exclusivamente desde organizaciones ciudadanas autónomas, reconoceremos, también, que necesitamos de los partidos y que, por lo tanto, como he dicho, deberíamos acercarnos a estos con espíritu de diálogo crítico y propositivo.

En ese contexto, el papel del PAC resulta crucial. Los resultados de esta última elección dejaron en claro dos cosas: que la oposición al neoliberalismo casi no tiene presencia electoral sin ese partido, pero que, al mismo tiempo, el PAC no pasa de ser una fuerza de segundo orden si no cuenta con el apoyo de una amplia alianza que atraiga a los demás -aunque pequeños- partidos de oposición, pero, sobre todo, que atraiga -mejor dicho que contenga y se sustente- en las fuerzas ciudadanas organizadas.

En síntesis eso es lo que nos dice los resultados obtenidos: no solo el lejano segundo lugar de Ottón Solís, sino los tremendamente insuficientes 12 diputados y diputadas del PAC. Este es mucho más grande y con mucha mayor capacidad de convocatoria que cualquier otro partido de oposición al neoliberalismo, pero es un partidito de segundo orden frente al PLN y, sobre todo, frente al conglomerado de los partidos neoliberales.

La sola presencia parlamentaria y electoral del PAC no basta -así nos lo demuestra, con contundencia, la experiencia disponible- para convocar a todas las fuerzas políticas y ciudadanas opuestas al neoliberalismo. Para ello se requiere abrir amplios espacios de diálogo con las otras pequeñas fuerzas políticas y, en especial, con todo el contingente de la ciudadanía organizada. Se requiere, en resumen, que el PAC ejerza, a nivel nacional, un liderazgo de nuevo tipo.

Me sospecho que esto implica hablar de una especie de refundación del PAC, en particular una profunda reestructuración de sus liderazgos internos y de sus líneas políticas dominantes. Ignoro si el PAC tendrá la capacidad para llevar adelante un cambio de tal envergadura. Sin embargo, lo que hoy día creo observar me indica que si el PAC no logra dar este paso, será muy, pero muy difícil que Costa Rica logre salir, en un plazo razonable, de esta ya larguísima oscuridad neoliberal que padecemos.


3. Un proyecto progresista


Retomo un concepto que propuse en un artículo anterior, conforme al cual hablo de progresismo para referirme a ese vasto, pluralista y heterogéneo conglomerado de expresiones sociales y políticas que se oponen al neoliberalismo. Ello incluye a gente y organizaciones que se consideran de centro, como otras de centro izquierda e izquierda. En el plano político-partidario, los dos principales referentes son el PAC -que oscila alrededor del centro político- y el Frente Amplio (FA) a la izquierda. Existen opciones a la izquierda de este último, las cuales, sin embargo, son renuentes al diálogo.

Esa es la realidad con la que contamos. En general, no parecen existir hoy día, ni para un futuro previsible, condiciones para un proyecto de izquierdas, si por tal entendemos el que representa el FA. Al decir esto último dejo de lado mis preferencias personales. Me refiero tan solo a lo que creo observar en la realidad socio-política actual. E, igualmente, y siempre sobre la base de tal observación, llego a la conclusión de que tan solo una propuesta progresista -no propiamente de izquierdas- resultaría viable como proyecto de oposición al neoliberalismo para los próximos años.

Retomo aquí ideas que formulé en algunos artículos anteriores, para proponer que ese proyecto progresista posiblemente tendrá en la agenda patriótica su eje articulador, visto que esta es como al modo de un hilo dorado que, con variantes de segundo orden, recorre prácticamente todas las expresiones del progresismo nacional. Otras agendas -la de transformación económica, la ambiental, la republicana y la de cambio socio-cultural- seguramente deberán ser objeto de procesos de debate más amplios. Al final, y de prevalecer un mínimo de generosidad y sensatez, debería tenerse un programa progresista que probablemente no satisfacerá plenamente a nadie, pero que si debería satisfacer suficientemente a todos y todas como para dar base a una amplia alianza político-partidaria y cívico-ciudadana. En general, y por lo que nos indica la experiencia acumulada, debería quedar situada en una suerte de centro izquierda.

No será lo que yo ambicionaría -una propuesta de radicalización de la democracia- pero si la única salida viable, decente y humana, ante la barbarie neoliberal.


Fuente Tribuna Democrática

Caricatura Boligán


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