Laura Chinchilla: una mujer neoliberal y conservadora
Por Seidy Salas y Juan Carlos Cruz
El 7 de febrero un 46.7 % de las y los votantes costarricenses, eligió como ganadora a Laura Chinchilla, del oficialista Partido Liberación Nacional. Esto la convierte en la primera mujer en alcanzar la presidencia de la República, lo que ciertamente representa un avance en la cultura política del país y es, de alguna manera, la culminación de la lucha de muchas mujeres por sus derechos civiles y políticos; lucha que se remonta al siglo XIX con las primeras sufragistas. Desde esa perspectiva podemos congratularnos como pueblo que camina hacia la madurez.
Aunque su triunfo tiene varias causales, que analizaremos en otros artículos, es probable que una de ellas fuera la identidad de género de muchas mujeres, que se vieron representadas en una candidata y consideraron que era hora de que el país fuera gobernado por una mujer. Sin embargo, durante su campaña, la señora Chinchilla no enarboló ninguna reivindicación por los derechos de las mujeres y más bien fue ambigua en temas como la anticoncepción de emergencia, la legalización de las uniones entre personas del mismo sexo y se mostró contradictoria en torno a temas como el aborto terapéutico. De situaciones como la creciente violencia doméstica y los femicidios, ni siquiera habló.
Su propuesta para las mujeres se centró en lo que llamó una “red de cuido” para niñas, niños y adultos mayores, que si bien es una necesidad en el país, ve a la mujer en su papel tradicional de madre y cuidadora; y la propuesta de eliminar el Instituto Nacional de las Mujeres, para fundirlo en un nuevo Ministerio de la Familia, echando atrás los logros de esta institución que ha estado siempre luchando por su existencia.
Laura no nos representa
Con este lema, diversas organizaciones feministas costarricenses lanzaron un pronunciamiento durante la campaña electoral, recordando posiciones que la hoy presidenta electa ha mantenido con respecto a los temas y agendas de las mujeres costarricenses. Nosotros hacemos aquí nuestro propio recuento.
Laura Chinchilla representa la continuidad del gobierno de Oscar Arias, del cual formó parte medular, como vicepresidenta y cuya característica fue la concentración de poder en manos del Ejecutivo, la supresión de la división entre los poderes, el favorecimiento ilícito de allegados al gobierno y el cierre de todas las puertas al diálogo social, en lo que el mismo Arias calificó como “una dictadura en democracia”.
Un indicador de la orientación neoliberal y conservadora de la futura administración Chinchilla, es la elección de sus vicepresidentes: Luis Liberman, un banquero privado que tendrá a su cargo la política económica y a Alfio Piva, miembro del Opus Dei y partidario de la concesión privada de las Áreas de Conservación y los Parques Nacionales.
En materia de política exterior -tema ausente durante la campaña- Laura Chinchilla mantendrá y posiblemente profundice la condición de país satélite de los Estado Unidos, pues en su primer discurso como presidenta electa, anticipó el establecimiento de una suerte de “plan Costa Rica” en la misma línea del que se está ejecutando en Colombia con la excusa de la lucha contra el narcotráfico.
En otro ámbito de indicadores, la presidenta electa es declarada simpatizante de los republicanos norteamericanos, su esposo es un especialista en seguridad vinculado a las agencias de inteligencia de ese país y en su equipo de campaña participó un agente costarricense del Comando Sur de los Estados Unidos.
Así las cosas, Costa Rica encabezada por la primera mujer presidenta entra en una fase de consolidación de la política neoliberal que impuso el gobierno de Arias, favoreciendo la concentración de la riqueza en un reducido sector de políticos empresarios, profundizando la brecha entre clases e impulsando políticas sociales que favorezcan la base clientelar de apoyo del gobierno.
Así que por más expectativas que haya alimentado un sector de la población femenina, lo que ocurra en Costa Rica durante los próximos 4 años no dependerá decisivamente de la condición de género de la presidenta, sino de su adscripción política e ideológica.
Fuente ALAI
Caricatura Boligán
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