El llanto de Tuvalu

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Por Gustavo Fernández Q. *

Las lágrimas de Ian Fry fueron, en esencia, las lágrimas de 11.600 almas. No tuvieron reparo los vientos daneses en llevarse su grito de auxilio por los recovecos de la indiferencia, que dominaron la frustrada Cumbre de Copenhague.

Fry era el representante de Tuvalu, una pequeña isla polinesia que quedará cubierta por el Oceáno Pacífico en el año 2050, de persistir el calentamiento global. Frente a los 192 delegados de igual número de naciones, lloró la inminente desaparición del archipiélago, mientras imploraba por acciones urgentes. Su clamor solamente nutrió el anecdotario de un encuentro donde la única certeza es que unos pocos poderosos definen el destino de todos. Afuera, en el territorio de las manifestaciones, de una manta solitaria se leía: “Tuvalu es el verdadero acuerdo”.

Claro, ¡Tuvalu es el verdadero acuerdo! Ahora quizá esa pequeña nación de 26 km, con 4 arrecifes de coral y 5 atolones, entre Hawai y Australia, es el emblema de una lucha planetaria, porque marca el inicio de la oleada de inmigraciones humanas que provoca y provocará el deshielo polar y el incremento de las inundaciones. Allí el éxodo ya comenzó, con la aceptación de 75 tuvaluneses anuales por parte de Nueva Zelandia.
Su desarraigo no es, hoy por hoy, fantasma para las noches de los Obama, los HYPERLINK "http://es.wikipedia.org/wiki/Yukio_Hatoyama" \o "Yukio Hatoyama" \t "_blank" Hatoyama, los Sarkozy o los Medvédev.

Sí, esos líderes mundiales que, cual fatal déjà vu, le hicieron recordar a Lula sus pasajes sindicalistas. Así lo manifestó el presidente de Brasil al afirmar que como contraparte en Copenhague parecía tener a los infranqueables empresarios con quienes antaño negociaba, en lugar de mandatarios conscientes de su papel histórico.

Bien sabe Lula que sus interlocutores del primer mundo son, finalmente, los emisarios del gran empresariado mundial, que en su voracidad capitalista y petrolera ven la reducción de emisiones de dióxido de carbono como una amenaza para la rentabilidad de sus obscenos negocios. (Lo de “obsceno” se lo debo a un importante empresario exfarmacéutico nacional).

Aunque todos somos responsables, por acción u omisión, las estadísticas son claras en que la principal emisión de gases la producen Estados Unidos y la Unión Europea con un 38% (y con solo el 11% de la población mundial), producto de su alto consumo energético (combustibles fósiles y a base de carbón, principalmente). Es allí donde la reconversión hacia tecnologías limpias (ya existentes) se convierte en nudo gordiano de importantes compañías con gran influencia política.

Por tanto, los 12 días de Copenhague terminaron siendo un bailongo sobre el manoseado y nunca respetado Protocolo de Kyoto (sobre reducción de emisiones causantes de calentamiento global).

Mientras los países ricos resuelven y calman sus conciencias con migajas de “cooperación” paliativas, en un lugar del Pacífico se va anegando, como Atlántida platónica, el verdadero acuerdo.

*Comunicador Social.

La única certeza tras la cumbre de Copenhague es que unos pocos poderosos definen el destino de todos


Fuente Diario Extra
Suplemento Página Abierta

Foto: Reuters



El énfasis es nuestro


2 comentarios:

Nekuch dijo...

Lamentable.. pero se ha repetido una y otra el mismo comportamiento.. cumbres que en la mayoría de los casos no han servido más que mantener las billeteras llenas de los personajes de siempre.. :(

hadabruja dijo...

Totalmente de acuerdo. Es terrible que ni siquiera el instinto de conservación los haga reaccionar. Todo es ganar dinero.

 

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