Pasatiempo
Cuando éramos niños los viejos tenían como treinta,
un charco era un océano
y la muerte no existía.
Cuando muchachos los viejos eran de cuarenta,
un estanque era un océano
y la muerte era sólo una palabra.
Ya cuando crecimos la muerte era la muerte
pero de los otros,
el tiempo era el tiempo
y un lago era un océano.
pero la muerte comienza a ser
la nuestra.
Mario Benedetti
Cuando éramos niños los viejos tenían como treinta,
un charco era un océano
y la muerte no existía.
Cuando muchachos los viejos eran de cuarenta,
un estanque era un océano
y la muerte era sólo una palabra.
Ya cuando crecimos la muerte era la muerte
pero de los otros,
el tiempo era el tiempo
y un lago era un océano.
Y ahora alcanzamos la verdad:
el océano es por fin el océano,pero la muerte comienza a ser
la nuestra.
Mario Benedetti
3 comentarios:
un homenaje a nuestros viejos y a la vida, al indefectible paso hacia del tiempo.
Te dejo un cuentito: Los dos fantasmas, uno azul y otro blanco, se encontraron frente a la caverna consabida. Se saludaron en silencio y avanzaron un buen trecho, sin pisarse las sábanas, cada uno sumido en sus cavilaciones. Era una noche neblinosa, no se distinguían árboles ni muros, pero allá arriba, muy arriba, allá estaba la luna.
- Es curioso -dijo de pronto el fantasma blanco-, es curioso cómo el cuerpo ya no se acuerda de uno. Por suerte, porque cuando se acordaba era para que sufriéramos.
- ¿Sufriste mucho? -preguntó el fantasma azul.
- Bastante. Hasta que lo perdí de vista, mi cuerpo tenía quemaduras de cigarrillos en la espalda, le faltaban tres dientes que le habían sido arrancados sin anestesia, no se había olvidado de cuando le metían la cabeza en una pileta de orines y mierda, y sobre todo se miraba de vez en cuando sus testículos achicharrados.
- Oh -fue la única sílaba que pronunció o pensó o suspiró el fantasma azul.
- ¿Y vos? -preguntó a su vez el otro-. ¿También tu cuerpo te trasmitía sufrimientos?
- No tanto mi cuerpo, sino los de otros.
- ¿De otros? ¿Acaso eras médico?
- No precisamente. Yo era el verdugo.
El fantasma blanco recordó que allá arriba, muy arriba, allá estaba la luna. La miró sólo porque tenía la necesidad de encandilarse. Pero la luna no es el sol.
Con una punta de su sábana impoluta se limpió una brizna de odio. Luego se alejó, flotando, blanquísimo en la niebla protectora, en busca de algún dios o de la nada.
Mario Benedetti de "La vida ese paréntesis"
Gracias por compartir y comentar.
http://nos-fabrican-la-verdad.blogspot.com/2009/05/decalogo-de-los-medios-concentrados.html
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