Por: Anacristina Rossi
Los y las costarricenses estamos conmovidos por la magnitud de la tragedia. Puentes quebrados, decenas de desaparecidos, muchísimos muertos y heridos, más de mil personas incomunicadas, negocios y viviendas en el suelo, carreteras cortadas, comunidades aisladas, peligros de cabezas de agua.
Así es: existen zonas en nuestro planeta llamadas zonas sísmicas en donde se libera energía mediante temblores y terremotos, y nuestro país es una de ellas. Tenemos que aceptar esa realidad.
Los terremotos en Costa Rica son inevitables. Es inútil pensar que tragedias como estas nos las manda Dios, o que son un castigo o mal humor de Gaia Rhea, la tierra.
No. Los temblores son parte de una realidad física que tiene sus leyes, objetivas e impersonales como la ley de la gravedad o de la termodinámica. Es incorrecto decir que el terremoto fue muy “agresivo”, como le oí decir a un experto en la televisión.
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Lo que sí conviene es estudiar las leyes físicas de la tectónica de placas para prever sus efectos y poder mitigarlos. Por ejemplo, si la zona de Poás es sísmica, es medianamente claro que las viviendas pobres cerca de laderas y quebradas están en máximo riesgo.
Porque una cosa son las leyes físicas de la tectónica de placas productoras de terremotos y otra muy distinta las leyes sociales que regulan sus efectos. Sí, los efectos de los terremotos son SOBRE TODO SOCIALES.
Socialmente, el terremoto de Poás muestra la realidad del millón de costarricenses que vive en pobreza, y que el resto no queremos ver.
Para mí fue terrible oír decir en la televisión a un señor de Alajuela que si hubiera sido en otro país u otra ciudad, de fijo ese terremoto fuerza 6.2 hubiera dejado las casas en el suelo.
Daba a entender que en Alajuela no pasó nada porque los ticos somos muy campeones. Ay, vanagloriarse de eso es falso y mezquino, porque la realidad es que muchísimas casas y negocios SÍ se cayeron. Pero, ¿cuáles se cayeron? Los que forman parte de esa realidad que no queremos ver, la de los y las costarricenses pobres. Las casitas de bajos recursos construidas en laderas o cercanas a los ríos porque los dueños no tienen cómo irse a lugares más seguros o construirlos con la calidad de la que se vanagloriaba el señor en la televisión.
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Si los hermanos Arias tuvieran grandeza de alma, darían un porcentaje de su enorme fortuna para ayudar a las víctimas de este y futuros terremotos. Y si además tuvieran cerebro, pondrían un impuesto a todas las grandes fortunas para hacer obra pública, crear empleo y ayudar a las víctimas de lo inevitable.
Pero en lugar de eso contratan, con fondos públicos, alguien que les arregle su imagen. ¡Qué vanidad!
La tragedia de Poás no son sólo las personas muertas, heridas y sin negocio o casa. La verdadera tragedia es que hay una clase cínica con fortunas inmensas y un millón de ticos que vive con el agua al cuello. Esa clase, cuando mucho, extiende una limosna. Y así limpia su conciencia.
Fuente:Diario Extra, suplemento Página Abierta.
Caricatura: El Roto
*El énfasis es nuestro
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