USA: El imperio sigue siendo el imperio

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Por Rogelio Cedeño Castro

Ante el triunfo electoral del candidato demócrata en las elecciones presidenciales de los Estados Unidos, el señor Barack Obama, ocurrido hace apenas cuatro días, sólo nos queda en principio mantener una indispensable dosis de cautela, aún y cuando el hecho en si mismo presente una serie de elementos que podríamos calificar como esperanzadores y hasta como indicios de que una serie de cambios en la política exterior de los Estados Unidos estarían por ocurrir, especialmente en cuanto al exacerbado unilateralismo de la actual administración.

No podemos negar que este resultado electoral es la expresión del profundo rechazo del pueblo norteamericano a la brutalidad y a la barbarie que caracterizaron los ocho años de la administración del presidente George Bush, lo que no debe llevarnos a ignorar la complicidad de los legisladores demócratas de ambas cámaras en la conversión de la nación más poderosa de la tierra en un estado policial.

Hoy más que nunca, las libertades de los ciudadanos norteamericanos se encuentran amenazadas por la existencia de un estado cuasifascista, cada día más semejante, por sus rasgos totalitarios, a la Alemania Nazi o a la Rusia de José Stalin.

La sospechosa y obsesiva actitud de los medios de comunicación masivos, al destacar sobre todo la procedencia étnica del nuevo presidente de los Estados Unidos, empezado por la CNN en español hasta llegar a los diarios y televisoras locales, nos obliga a actuar con malicia, de tal manera que no caigamos en la trampa de perder de vista lo esencial de esta coyuntura: el masivo rechazo de los jóvenes al neoliberalismo y a las prácticas viciadas del establishment político de Washington y del arbitrario mundo del capital financiero, un hecho que los llevó a organizarse desde la base para inscribirse en el registro electoral y producir la avalancha de votos que catapultó a Obama.

Tampoco podríamos olvidar las advertencias de Stephen Lendman, investigador asociado del Centro de Investigación sobre la Globalización, de Chicago, acerca de la complicidad de ambas cámaras en la pérdida de las libertades y derechos civiles, los que han venido siendo erosionados, a partir del año 2001.

La notoria impopularidad de los integrantes de ambas cámaras, entre la población estadounidense (apenas un 11% de aprobación) no constituye un hecho casual, ya que con la aprobación de una legislación represiva que vuelve nulas las libertades ciudadanas, a partir del año 2001, los legisladores de ambos partidos se han vuelto cómplices de todos los procedimientos arbitrarios de un gobierno como del George Bush, quien considera que la constitución política, no es otra cosa que un maldito trozo de papel y con ese criterio viene gobernando por decreto.

Además, incluso después de que los demócratas ganaron la mayoría en ambas cámaras nada indica que esas tendencias se han revertido. De ahí la impopularidad de los parlamentarios (¿ Por que no va a ser así con la permanente traición a los votantes por parte de los legisladores y su historial de fracasos cada vez peor? se pregunta Stephen Lendman)

La elección de un presidente demócrata en los Estados Unidos no garantiza, por si misma, ni siquiera para la ciudadanía norteamericana, que será posible derogar desde el poder mismo de las elites de ambos partidos esa impresionante legislación represiva, que con el pretexto de combatir al terrorismo, ha venido siendo aprobada y puesta en ejecución a lo largo de los últimos ocho años.

La gran cantidad de Directivas Presidenciales de Seguridad Nacional (NSPDs) y de Directivas Presidenciales de Seguridad Interior(HSPDs) emitidas por la administración Bush que, en la práctica significan gobernar por decreto, cosa que la constitución no autoriza, han venido a enrarecer la atmósfera política y social de esa nación. Derogar esa legislación y cambiar el clima político interior aparecen, desde ya, como los grandes desafíos de la nueva administración.

Desde luego que nos alegra la derrota electoral de la derecha republicana fundamentalista, provinciana y reaccionaria como pocas, pero sobre todo el rechazo a la administración Bush que constituye el presente resultado electoral.

Lo preocupante es la gran base social reaccionaria, representada por buena parte de los estados centrales de ese país, con su primitivismo político y sus lecturas bíblicas fundamentalistas e imperiales, las que permiten justificar las atrocidades que, en nombre de la libertad, ha venido llevando a cabo la superpotencia del Norte de América.


Columna LIBERTARIOS Y LIBERTICIDAS (174).

8 DE NOVIEMBRE DE 2008.


Caricatura Angel Boligán Corbo


El énfasis es nuestro




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