Compañeros y compañeras:
Por alguna razón del destino, que aún desconozco, la vida se ha empeñado en que sea yo el primero que difunda esta noticia. Hubiera preferido mil veces no tener que pasar por este trago amargo, o al menos no pasar a la historia como uno de los dirigentes ambientalistas que presenció el inicio de la destrucción de Crucitas.
Debo confesar que me cuesta escribir estas líneas porque lo hago con lágrimas en mis ojos. Es terrible el sentimiento de frustración, tristeza, rabia e impotencia que en este momento me embargan.
Mientras escribo estas líneas (he suspendido para ello por un momento la redacción del recurso de amparo que presentaremos apenas esté listo) están cayendo cientos de árboles indefensos y con ellos todos los seres vivos que dependen de aquellos.
Mientras escribo se está destruyendo el suelo y mañana el agua bendita no encontrará por donde caer mansa y arrasará furiosa su venganza arrastrándose por las venas abiertas de mi Norte querido.
Mañana el sol no encontrará una quebrada mansa sobre la cual reflejarse; sólo desierto.
Hace algunos minutos, a un amigo desesperado, que habría recorrido kilómetros a pie o a caballo para traerme esta infausta noticia y a una sabia mujer que ha liderado por muchos años la lucha contra este monstruo de destrucción llamado Industrias Infinito, (mujer de la que también me preocupa que esta situación afecte su ya delicada salud), que también me ha llamado por teléfono para confirmar la terrible nueva, les he tenido que decir que por estas horas no tengo posibilidades de hacer algo.
Me llaman para decirme que ya lo que se conoce como la "Colina Tatú" fue arrasada, que hay más de 25 cierristas trabajando a tiempo completo, que todos los cadáveres de árboles y animales están cayendo a los zanjos abiertos para ese fin.
A esos amigos y para todos los que va dirigido este correo, les pido perdón, a todos aquellos que pusieron en mí su esperanza, les pido perdón, no lo he podido lograr, sé que no estoy solo; pero en este momento me siento tan solo, aquí en mi biblioteca, escribiendo este correo.
Lloro para no reventar de la rabia, lloro para que mi pobre pecho descanse; pero no lo consigo. Lloro por toda la vida que en este momento está siendo destruida por la codicia.
Le pido perdón a ellas, a La Vida y a la Madre Naturaleza, porque por más que lo intenté no fue posible detener su destrucción por las vías legales de este país malagradecido.
No me queda más que seguir en lo mío, después de un breve descanso, volver para terminar mi recurso de amparo lo antes posible y confiar en que la Sala Constitucional acoja la medida cautelar que pediré y le ordene al monstruo que suspenda su festín.
Desde la legalidad y la institucionalidad de este país es lo único que me queda. No sé ustedes, amigos, aparte de esto, ¿hay algo más que podamos hacer? Cualquier cosa, por Dios; pero detengamos esta masacre.
Y mientras tanto, a menos de un kilómetro de aquí, en un estadio municipal pintado de verde y amarillo con anuncios que dicen CRUCITAS, la gente festeja que San Carlos le gana a Puntarenas 2 a 0…
Con desilusión; pero aún conservando esperanza y pidiendo que difundan este mensaje para todo el que conozcan.
Atentamente,
Edgardo Vinicio Araya Sibaja
Vicepresidente
UNOVIDA
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