Por Luis Paulino Vargas Solís
Una primera situación sorpresiva la aportó la serie de reportajes donde los obispos católicos quedaban desnudos con todas sus vergüenzas al viento. Ya aquello daba para sentarse a pensar. Pero, la pura verdad, se quedó corto frente a la operación de destace sistemático a que está siendo sometido el régimen de los Arias.
Se hace inevitable la pregunta: ¿pero que mosca les picó? Todo mundo sabe -o por lo menos sospecha- acerca de la corrupción que carcome este régimen como, en general, a toda la oligarquía neoliberal. Pero que sea La Nación quien aporta pruebas contundentes de ello es cosa sin duda inusitada.
Recordemos que hace muy poco tiempo ese mismo medio -y Telenoticias y demás corporaciones mediáticas- cohonestaban con entusiasmo todos los abusos y atropellos ejecutados por los Arias. Citemos tan solo tres ejemplos: la restauración ilegítima de la reelección presidencial; el diabólico memorando Casas-Sánchez y el uso indiscriminado de recursos públicos para promover el TLC.
Así pues, la coalición neoliberal -que con autoritarismo y arbitrariedad impuso el TLC- se ha resquebrajado. Y las evidencias muestran que las grietas son profundas.
La metralleta contra los obispos ya lo anticipaba, puesto que, desde el confort de su silencio cómplice, los excelentísimos prelados supieron prestar invaluables servicios a la campaña del si. Pero ahora la artillería se dirige nada menos que contra el capitán del navío y su segundo de a bordo. De tal forma, hay razones para decir: el paciente está realmente grave.
¿A qué se debe este resquebrajamiento de la coalición oligárquico-neoliberal? Circulan múltiples especulaciones. De seguro tiene que ver con negocios que se expresan en dólares y euros y se escriben con muchos ceros a la derecha. Telecomunicaciones y seguros son, desde luego, dos referentes obligados.
Quizá también acontece que estas corporaciones mediáticas intentan recuperar créditos, después del gravísimo desprestigio generado por su obsecuencia con el régimen de los Arias.
Una frase de Álvaro Murillo -periodista de La Nación- lo ilustra: “¿Queremos desprestigiar a este Gobierno? No, pero tampoco somos sus socios”. Es, probablemente, un típico lapsus freudiano. Sin duda, aclarar que no son “sus socios” tiene sentido tan solo porque, efectivamente, lo han sido. Y con absoluto desparpajo y desvergüenza.
Comprender cuáles son las razones detrás de este estrepitoso desmoronamiento de la coalición neoliberal es una inquietud comprensible que, además, no carece de importancia. Pero, la pura verdad, más importante es dimensionar el significado político que esto entraña. Provisionalmente, intentaré un primer análisis y síntesis de esto.
1) La coalición neoliberal es menos sólida de lo que suponíamos. Se han mantenido monolíticamente conjuntados por varios años. Y, sin duda, había razones para ello. Primero, relanzar el proyecto neoliberal, relativamente estancado desde finales de los noventa. Segundo, y en consecuencia, relanzar grandes negocios, en especial los de seguros y telecomunicaciones. Tercero, y como corolario, concretar el TLC como herramienta básica para el logro de los dos objetivos anteriores.
De ahí, además, el nutrido listado de arbitrariedades: desde el atropello a la Constitución con vistas a restituir la reelección presidencial, hasta el manejo amañado y violento alrededor del referendo, pasando, entre otras cosas, por la mentira y el secretismo en la negociación del TLC.
En ese contexto, tenía sentido hablar de dictadura neoliberal. Los acontecimientos actuales muestran, sin embargo, que los hilos que dan cohesión a esa dictadura son menos resistentes de lo que suponíamos. Así, salen a la luz vulnerabilidades que, hasta la fecha, no sospechábamos. Y, cosa notable, son debilidades que le nacen desde dentro, como consecuencia del exceso de su avaricia y voracidad.
2) El resquebrajamiento podría profundizarse. En este momento la rebatiña se encuentra en un punto culminante y, como vemos, ya empiezan a caer las primeras víctimas. La fatiga que esto produce probablemente traiga luego una etapa de apaciguamiento relativo. Pero, sin duda, las secuelas de escándalo marcarán el resto del período de los Arias.
A la bien comprobada ineptitud de esta administración se une, entonces, un grave debilitamiento político. Entretanto, la economía costarricense se adentra en una etapa crítica que amenaza con agudizar seriamente las tensiones sociales. Es el peor de los escenarios que querría afrontar ningún gobierno y no, en particular, uno tan, pero tan disminuido como éste.
Ello promete más conflictos intra-oligárquicos, conforme los distintos núcleos del poder económico concentrado exijan atención prioritaria a sus requerimientos y los grupos medios y populares hagan manifiesto su disgusto frente al deterioro de sus condiciones de vida. Hace unos meses escribí un artículo titulado “Se terminó el gobierno de Arias”. Estamos confirmando la validez de tal aserto, excepto por un detalle: el derrumbe es mucho más estrepitoso de lo que uno podría haber anticipado.
3) ¿Se podría restituir la unidad oligárquica-neoliberal? Ciertamente ello podría ocurrir. Es decir, es factible que veamos recomponerse la dictatorial coalición neoliberal. Esencialmente depende de una cosa: que logren encontrar una fórmula de transacción donde los intereses y los negocios de cada quien encuentren un acomodo satisfactorio.
A la larga, podría ser que acepten algunos “sacrificios”, es decir, que unos y otros renuncien a una parte del negocio con tal de no perderlo en su totalidad y, en particular, con tal de impedir que el control del país se les vaya de las manos. La cosa no es fácil, entre otras razones por la coyuntura de crisis a la que estamos entrando, en cuyo contexto el “sálvese quien pueda” fácilmente deviene fórmula favorita de los angurrientos y avariciosos.
4) El movimiento ciudadano debe maniobrar para agudizar la división. Sin duda, el movimiento ciudadano -en posición de resistencia frente a esta coalición neoliberal- seguramente podría hacerles más empinado el camino. Depende, primero que nada, de la unificación de nuestras fuerzas, que es, justamente, lo que más se nos ha dificultado en el período posterior al referendo.
Un movimiento ciudadano unificado multiplica su capacidad de denuncia, incrementa su presencia en el escenario socio-político y eleva sus contribuciones a la educación política popular. En las actuales circunstancias de división en las filas neoliberales y crisis en ascenso, podría ser la peor pesadilla que jamás haya soñado esta oligarquía.
5) La división de la oligarquía es una buena razón para potenciar la unión del movimiento ciudadano. Y, en fin, creo que esta debería ser la principal conclusión a la que lleguemos. Y ello al menos por dos razones. Primero, porque se demuestra que incluso esta oligarquía neoliberal es vulnerable. O sea, y en síntesis, puede ser derrotada. Y, segundo, porque, además, la situación resulta especialmente propicia.
Dejar pasar la coyuntura que se plantea para los años venideros sería simplemente lamentable. No fácilmente se presenta una combinación de factores tan favorable a nuestro objetivo de derrotar al neoliberalismo e iniciar la construcción de un nuevo proyecto de país.
Fuente Tribuna Democrática
El énfasis es nuestro
2 comentarios:
En cambio el SEmanario adoctrina SIEMPRE! eso es ser consecuente!!!!!
Sombra, y a Ud. ¿qué mosca lo picó? ¿Es accionista de la naZión? Digo, como entró con los "tacos de frente"...
Aquí no se está hablando del Semanario, pero ya que UD. lo menciona; por fa, una prueba de lo que afirma, ¿si?
Por cierto, ¿qué opina de las platillas secretas y del montón de consultores que le están ayudando al "capi" a hundir el barco?
Pensando en voz alta...¿estarán pagando los impuestos correspondientes?
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