La ventana de doña Hilda

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Por Anacristina Rossi

Respondo al artículo de la diputada Hilda González, que no es contra mi columna sino contra mi persona. Sus argumentos son ad hominem, (mejor dicho, ad mulierem), pues no rebate seriamente ninguno de mis argumentos: me rebate a mí. Dice que mi forma de pensar es caliginosa, adjetivo que quiere decir “oscura, nebulosa”.

Si mi forma de pensar fuera nebulosa, nadie leería mis libros, no sería miembro de número de la Academia Costarricense de la Lengua, La Loca de Gandoca no estaría entre los libros ticos más populares de todos los tiempos, Limón Blues no tendría premios internacionales ni dos editoriales serias, una centroamericana y otra española, hubiesen publicado Limón Reggae. Puede que doña Hilda se haya equivocado de adjetivo.

Yo sí quiero referirme a los argumentos de doña Hilda. Dice que a través de mi ventana nunca miro la belleza. Sí la miro. Veo un enorme y bello gato holandés jugando con un gatito limonense; una pareja de yigüirros enseñando a volar a sus pichones, y entre las flores muchas mariposas. A la derecha veo a mis vecinos cuidando sus cabras y vacas y veo que mientras el barrio se llena de residencias de superlujo, ellos viven cada vez peor, literalmente agarrándolas del rabo.

A mi izquierda la que fuera una límpida quebrada es una inmunda cloaca que ha obligado a las ranas, a las culebras y a los cangrejos a emigrar a mi patio. Los cangrejos se llaman los Eufrasios, las culebras raneras moteadas se llaman Mónicas. Yo hago por ellos lo que puedo, pero perdieron su hábitat. Por los caños frente a mi casa corren aguas servidas con restos de comida que forman charcos inmundos y huelen asqueroso. Hay muchos pájaros en mi jardín, pero no puedo evitar saber que es porque aquí cada vez cortan más árboles.

Espejismos, ideología y prejuicios. Dice Doña Hilda que yo uso “espejismos disfrazados de ideologías y prejuicios encubiertos de rigurosidad académica”. No señala cuáles son, pero yo sí le señalo a ella que esas son las palabras con las que el Banco Mundial describe el pensamiento de su fracción: el neoliberalismo, que sus compañeros siguen proponiendo como panacea para salvar el mundo y que la crisis actual -o vacas flacas como dice el Presidente- y las investigaciones han desenmascarado como totalmente falto de rigurosidad académica, pura ideología y puros intereses creados.

Le señalo a Doña Hilda que las instituciones democráticas, la paz y el sufragio, pilares de nuestra convivencia social que según ella yo ataco, se están derrumbando. Y no por mis ataques. Se están derrumbando porque se rompió la división de poderes: La Sala Constitucional, el Tribunal de Elecciones, la Asamblea Legislativa y la prensa privada -salvo este periódico, salvo este suplemento, salvo esta ventana- se han convertido en prolongaciones del poder ejecutivo, y el referendo lo ganaron “torciendo brazos” y con una política de chantaje, manipulación y prevaricato plasmada en el memorando y otros documentos y hasta videos que fueron presentados al Tribunal de Elecciones y que este, por supuesto, desestimó.

También le hago notar a doña Hilda que lo que pone en riesgo la convivencia social no son mis andanadas, sino la exclusión, la falta de solidaridad, la grosera brecha entre los más ricos y los más pobres y la falta de inversión social desde hace 25 años. Los palos y piedras de Sardinal no son más que un efecto de esa situación, que se pondrá mucho peor con el TLC, con el cuál están obsesionados los diputados, yo no, y los que hablan de él “hasta en sueños”.

Yo veo con horror el capítulo 10 que, al regular inversiones, servicios financieros, ambiente y solución de conflictos, crea una ‘jurisdicción’ internacional permanente y a doble grado (Anexo 10-F), por completo desvinculada del Poder Judicial de Costa Rica; el Estado costarricense estará jurídicamente sometido a esta instancia, y a ella tendrá que sujetarse forzosamente una vez que sea demandado por el inversionista (10.16 y siguientes, 12.18, 17.2 y 20.1 y siguientes.); veo con horror también la aplicación prioritaria de las normas del TLC y anexos, por los llamados “tribunales arbitrales” (10.22 y siguiente); y el deber de esos árbitros de basar sus decisiones en la interpretación que del TLC haga la Comisión de Libre Comercio, compuesta por los siete ministros de comercio exterior (o sus delegados); (10.22.3, 10.23.1 y 2, y 19.1.5), no en las leyes y la Constitución de Costa Rica.

Además, según lo demuestra el jurista Juan José Sobrado, el acuerdo entre cualquier institución costarricense y el inversionista tendrá fuerza de ley. Y, violando todas las normas del derecho, el TLC permite que cualquier funcionario disponga de los bienes públicos como agua, bosques, etc. Talvez eso a Doña Hilda le hace ver las bellezas de la naturaleza humana. A mí no.

Problemas sin resolver. También desde mi ventana miro con tristeza que no se resuelven los problemas nacionales de infraestructura, la cual es tan frágil que una onda tropical deja sectores incomunicados; no se puede construir un aeropuerto, ni tener un buen puerto en Limón.La agricultura si no es de exportación está abandonada; hay problemas serios de agua; los ríos son cloacas; se mueren los recursos naturales y la vida silvestre; no crecemos con inversión nacional; se traspasan las playas a inversionistas inescrupulosos y especuladores; y cada vez hay más violencia, corrupción y falta de solidaridad. Obviamente por la ventana de doña Hilda todos los problemas que apunté desde el principio no se ven, y por lo tanto sus consecuencias no son parte de su pronóstico del país. Son parte del mío.

Para terminar, lo que más hay en Costa Rica son columnas que sí dan la visión dulce que doña Hilda quiere. Talvez lo que la lleva a leer la mía es la necesidad de dejar por un ratito su cristal color de rosa y ver la realidad. Le aseguro, doña Hilda, que yo no soy una pesimista: soy una optimista bien informada.


Fuente DiarioExtra.com
Suplemento Página Abierta

Foto Semanario Universidad


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