Miedo presidencial

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Por Flora Fernández

En estas épocas que se avecina una escasez de alimentos, con las primeras lluvias de mayo, si usted siembra unas semillas de maíz, las cuida, abona y aporca, en pocos meses tendrá varios elotes. Si le siembra frijoles al pie de la planta, por simbiosis ambas plantas tendrán mejores condiciones de desarrollarse y también cosechará frijoles. ¿Quién podría esperar cosechar mangos o chayotes cuando siembra maíz y frijoles? La respuesta obvia es: nadie.

También si usted siembra miedo, cosecha miedo y por el contrario, si siembra amor, entonces cosechará amor.

El Presidente de la República, su hermano y el dúo Casas-Sánchez sembraron miedo en torno al TLC y a las catástrofes que vendrían si el TLC no pasaba. A como diera lugar, violentando las leyes electorales, coaccionando y amenazando a los trabajadores con la pérdida de empleos y cuanto artilugio encontraron, consiguieron un triunfo pírrico pero “triunfo” al fin. Lo que no se dieron cuenta es que el bumerán se devolvería y que además cosecharon el mismísimo miedo que sembraron.

Con UPOV casi ratificado, el precio de las semillas aumentará vertiginosamente, en momentos en que precisamente lo que se necesita es contar con semillas criollas, libres o baratas para sembrar alimentos. Las leyes de propiedad intelectual limitarán el acceso a fertilizantes y obligará el uso de químicos que necesitan las semillas modificadas o transgénicas.

El cacareado empleo que no llegará, demostrará que era un espejismo del chantaje, hicieron creer a la gente que empleo era una “oportunidad” que tendrían, cuando en realidad oportunidades es que la gente tenga posibilidad de tener su propio negocio aunque sea pequeño en lugar de trabajar para corporaciones desalmadas.

El Presidente tiene toda la razón en tener miedo, como lo manifestó en diversas entrevistas que le hicieron. Si algún día su infinita arrogancia le permitiera querer al pueblo, cosecharía cariño. Si fomentara en este momento, cuando las primeras lluvias están a punto de caer, que toda la gente siembre comida en sus patios o en macetas, habrá comida. Lejos de perjudicar a los agricultores, nos devolverá el amor a la tierra y el gusto de comer lo que cosechemos con nuestras propias manos.

Igualmente, en las escuelas deberían fomentar huertas escolares orgánicas, para que una nueva generación deje de esperar emplearse en maquilas y vuelva a cultivar la tierra, que es la vocación natural de nuestra Patria.

Que nuestros trabajadores dejen de envenenarse extrayendo oro usando tóxicos, atendiendo turismo sexual y de casinos, socando el mismo tornillo todo el día o pegando un chip de un computador que jamás podrán comprar.

Cuando todos estemos usando nuestras semillas y cultivando la tierra, si vienen las corporaciones a impedirnos hacerlo amparadas en leyes incorrectas e injustas, haremos como lo hizo Gandhi cuando ordenó a su gente a recoger la sal que el imperio se había apropiado “legalmente”.

Eran tantos que la policía no pudo hacer nada. Eso es desobediencia civil y hacia ahí nos obliga el gobierno para volver a tener soberanía alimentaria y abundancia como en tiempos pasados. No hacerlo nos condenará a la miseria, a la hambruna, a la muerte.


Fuente Tribuna Democrática

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