Los economistas han inventado una nueva palabra. Es una palabra rara que mezcla dos vocablos y ya la podemos encontrar en la prensa y en Internet. La nueva palabrita es “agflación”, que se forma de la combinación de agricultura e inflación.
El término agflación pretende describir la inflación generalizada provocada por los aumentos en los precios de los productos agrícolas en los mercados internacionales. Se dice que fue acuñado por analistas del banco de inversión Merrill Lynch.
De acuerdo con las estadísticas de la FAO, el precio de los alimentos se ha encarecido 45% en los últimos nueve meses y en diciembre pasado se registró el alza de precios mensual más alta en casi 20 años. Hay tres rubros que reflejan claramente el encarecimiento: los cereales, con un alza de 41%; aceites vegetales, 60%; y productos lácteos, 83%.
Los elementos concretos que han desencadenado la agflación son bien conocidos: aumentos en la demanda de alimentos, incremento del precio de los hidrocarburos y producción de biocombustibles. Pero ¿cuáles son las causas mas profundas, los “factores estructurales” que explican lo que está sucediendo?
El presidente Lula de Brasil ha dicho que “la crisis de alimentos es culpa de los países más ricos debido a que distorsionan el comercio mundial e impiden el desarrollo de los más pobres, el impacto de la subida del petróleo en el precio de los alimentos, el impacto de los subsidios agrícolas, los fertilizantes vendidos son cada vez más caros por las multinacionales de los países más ricos.”
Por su parte, en la Conferencia que antecedió a la 30ª Conferencia Regional de la FAO, celebrada en Brasilia en abril de este año, se señaló que “la crisis del modelo actual de producción y distribución de alimentos se refleja hoy, en la especulación a gran escala y en el alza injustificada de los precios. Es inadmisible que la implementación del marco jurídico que garantiza el derecho humano a una alimentación adecuada sea impuesto sin la participación efectiva de los ciudadanos”.
El presidente de la Unión Nacional de Granjeros de Canadá (UNGC), Stuart Wells, plantea de manera contundente que los únicos beneficiarios de la actual crisis alimentaria global son las grandes transnacionales del agronegocio que dominan el acopio y comercialización de granos, la producción de semillas, plaguicidas y fertilizantes.
La agflación que vive el mundo ha puesto de nuevo en discusión el tema de la seguridad alimentaria y la obligación de los gobiernos de definir políticas que garanticen no solo la disponibilidad de los productos, sino también el acceso de los grupos más pobres y vulnerables de la población, el consumo de alimentos sanos y la estabilidad de los precios.
Aunque algunos no lo crean, una de las mejores definiciones de seguridad alimentaria fue formulada por el presidente Bush en Washington el 27 de julio de 2001 cuando preguntó: “¿pueden ustedes imaginar un país que no sea capaz de garantizar alimentos suficientes para alimentar a su población? Sería una nación expuesta a presiones internacionales. Sería una nación vulnerable. Y por eso, cuando hablamos de la agricultura estadounidense, en realidad hablamos de una cuestión de seguridad nacional”.
Lástima que esta misma visión no la asuman como propia nuestros gobiernos y no se incorpore en los acuerdos comerciales internacionales.
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