El lado oscuro de los salmones chilenos

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Por Francisco Marín

Chile es el segundo productor mundial de salmón: Sus exportaciones alcanzarán este año 2 mil 500 millones de dólares. Esto, a pesar que el carnívoro pez fue introducido al país sudamericano hace sólo 20 años.

En el éxito de la industria salmonera, el Estado de Chile ha tenido mucho que ver, pues la subsidia a través de numerosos mecanismos:

Exención de impuestos, con base en la Ley Austral decretada por el régimen militar de Augusto Pinochet en 1974, que se hizo con el fin de promover las inversiones privadas. Otro subsidio a esta actividad lo constituye la entrega gratuita del agua.

En efecto, las empresas pagan salmoneras por cada hectárea de superficie de agua que ocupan, el equivalente a 140 dólares al año. Esto ha sido motivo de numerosas críticas.

Es absurdo que se les cobren unidades de superficie como son las hectáreas, cuando lo que de verdad ocupan son unidades de volumen, señala Héctor Kol, jefe del Programa de Salmonicultura de la Confederación Nacional de Pescadores Artesanales de Chile (Conapach), en entrevista con Apro.

Explica: “Los salmones se cultivan en un volumen de agua y la industria salmonera no paga un solo peso por los millones de metros cúbicos que usan sus balsas-jaulas”. Tampoco pagan por los cientos de millones de metros cúbicos de agua que contaminan.

Esta bondad chilena no sólo es con la industria salmonera: El Estado chileno también ha entregado gratuitamente y a perpetuidad los derechos de aguas continentales a las mineras y las compañías eléctricas, mientras el común de los chilenos debe pagar dos dólares por cada metro cúbico de agua potable que consume.

Estos no son los únicos beneficios que el gobierno chileno entrega a la salmonicultura: Los salarios de los trabajadores de esta industria son subsidiados por el Estado. En el caso de Frío Sur (Grupo del Río, chileno), el 100% de los salarios bases que entrega (200 dólares), corresponden a subsidios estatales.

La mitad por concepto de bonos de capacitación entregados por el Servicio Nacional de Capacitación y Empleo y la otra parte son aportados por el Programa de Generación de Empleo, del Ministerio del Trabajo. Aunque no en este extremo, esta situación es común a toda la industria salmonera.

Tan favorable es y ha sido la situación de la industria salmonera que Joe McCornide, presidente del Maine Aquaculture Center, declaró en 1997: “Los programas de subsidios chilenos (a la salmonicultura) son un verdadero regalo para los inversionistas extranjeros: si vas a invertir 5 millones (de dólares) en una planta en Chile, en realidad pones 3 millones y los otros 2 millones los pone el gobierno.”

El empresario salmonero hizo las declaraciones en el contexto de un proceso por dumping contra la industria salmonera chilena. En aquella ocasión el gobierno de Chile financió la contratación de los servicios del senador republicano Robert Dole con el fin de defender los intereses salmoneros. Y, gracias a sus servicios, Chile pudo seguir exportando salmón a Estados Unidos: su principal mercado.

Trabajadores en condiciones deplorables

Sin embargo, a pesar de estas enormes regalías que reciben, los inversionistas salmoneros no tienen buen trato con sus trabajadores.

De acuerdo con un informe de Coral Pey, directora ejecutiva de la Alianza para un Comercio Justo y Responsable (ACJR), realizado en 2005, dos años antes, en el 2003, las empresas salmoneras emplearon a 45 mil personas –70% mujeres--, de las cuales 80% percibía el salario mínimo.

“Se vive en un clima de inestabilidad laboral y carente de beneficios sociales (...) El trabajo en la industria salmonera se realiza de pie. Las mujeres permanecen paradas entre 8 y 16 horas diarias. Las condiciones higiénicas son deplorables, con baños y camarines insuficientes e insalubres. Los comedores son sucios y con altos niveles de toxicidad debido al agua clorada”, reveló el informe.

Héctor Kol cuenta que los obreros de las plantas procesadoras de salmón “trabajan a 12 grados bajo cero (para que no se descompongan los peces), sin traje térmico y hasta usan pañales porque muchas veces no les dan permiso para ir al baño. Las industrias salmoneras en Chile, tratan a sus trabajadores como esclavos”, afirma.

En las plantas ha habido casos de mujeres que han sufrido abortos estando en la línea de producción. Isabel Huaiquin, trabajaba en 2004, en la salmonera Mainstream, empresa que cuenta con 70% de capitales estatales noruegos. Ella estaba embarazada de 8 meses y tenía que trabajar en las mismas condiciones que sus compañeros: De pie durante 12 horas y a muy bajas temperaturas.

Este ambiente, incidió en que se enfermara y fuera a dar al hospital. Después de 5 días allí, tuvo que reintegrarse de inmediato al trabajo. Sufrió una hemorragia y la empresa no le quiso dar permiso para ir al hospital: tuvo un aborto. Y cuando se tenía que reintegrar, la despidieron.

Este caso fue relatado por la propia afectada en el documental chileno-noruego Ovas de Oro, que retrata las duras condiciones que sufren los trabajadores en la “floreciente industria del salmón” en Chile.

Los trabajadores de la planta de Pacific Star, de Quellón, presentarán en los próximos días una demanda laboral contra sus patrones por tener un sistema de trabajo que no considera los días de descanso, y por negarles el pago de horas extras.

La explicación de la empresa es que su peculiar “proceso continuo de producción” les impide detener las tareas. Eso justificaría también –según ellos-, la existencia de dos turnos diarios de 12 horas.

Según el estudio “Cultivando el Mar”, de la Dirección del Trabajo realizado en 2006 en la empresa Aguas Claras, los trabajadores tienen que inscribirse en listas de espera para ir al baño.

A las madres se les niega el tiempo necesario para el amamantamiento de sus hijos recién nacidos. La empresa no tiene salas cuna para estos casos. Lo mismo ocurre en Pacífico Sur, donde a los obreros también se les descuenta 30% de sus honorarios por concepto de “reposición de maquinarias”.

Según Ecoceanos Noticias, en la empresa Aguas Claras todas las mujeres embarazadas fueron castigadas en el 2001 con el descuento de la mitad del bono de producción sin explicación alguna que justificara la medida.

En 2005 Pacific Star demandó en el Tribunal de Justicia de Quellón, a 11 trabajadoras embarazadas con el fin de quitarles el fuero maternal y así poder despedirlas sin ser sancionada.

Los trabajadores de las empresas con capitales noruegos han decidido quejarse ante el gobierno de ese país, por las condiciones con que operan en Chile las empresas de esa nación. En una carta de Marzo de 2007 diversas agrupaciones de trabajadores salmoneros sostienen:

“En la planta de proceso de Mainstream Calbuco tenemos 4 inodoros para soportar a 300 trabajadores en temporada baja y hasta 500 trabajadores en temporada alta (...) Las vías de escape no son aptas, hay hacinamiento en el casino y no se están ejecutando los ejercicios compensatorios que recomendó un estudio realizado por la unidad de ergonomía de la Dirección del Trabajo (...) Los empresarios no entregan copias de los contratos a los trabajadores, muchos de estos quedan con fecha de término en blanco, con lo cual se han registrado una serie de despidos con la causal ‘termino de contrato (...) Varios trabajadores usan guantes que están en mal estado, reparados de mala forma o son de baja calidad, lo cual aumenta el riesgo de accidentes o de contraer enfermedades profesionales.”

Según información de la Dirección del Trabajo, tres de cada 10 trabajadores de la industria del salmón ha sufrido accidentes y enfermedades laborales.

Entre 2005 y 2006, al menos 35 trabajadores de la salmonicultura murieron mientras realizaban faenas para esta industria. Casi la mitad de ellos eran buzos que son obligados a descender a 40 metros de profundidad, cuando la mayor parte de ellos sólo ha recibido capacitación y equipos para sumergirse 20 metros.


Fuente Rebelión

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