Por Flora Fernández
Primero fue un diputado, que como se dice ahora, “supuestamente” acosó a una de sus subalternas. Ella no quiso dejarse seducir por los encantos del patrón y entonces él la separó de su cargo y la humilló. Cuando el escándalo se destapó entonces “pidió perdón” y todo debía acabar ahí. Si alguien hablaba del tema, sus alcahuetas compañeras de fracción salían a su defensa alegando que el hombre ya había pedido perdón.
Luego apareció en escena el Secretario General del mismo partido del diputado, conduciendo “supuestamente” ebrio, golpeó un carro y se dio a la fuga, luego golpeó otro carro y ahí no le quedó más remedio que “dar la cara” entonces también “pidió perdón” y ya el tema debía olvidarse.
Entonces se reveló él célebre memorándum de la vergüenza, que formará parte del prólogo de la cartilla histórica del tercer milenio, escrito por el vicepresidente y un diputado, otra vez, del mismo partido. Ambos “pidieron perdón”, el vicepresidente renuncia como corresponde ante la gravedad del caso, el diputado primo del presidente se queda en “su” curul y todavía califica de “majaderías” que se le exija la renuncia por el mismísimo delito del vicepresidente.
Entonces las mujeres de blanco, representadas esta vez por una emblemática luchadora de 85 años de edad, desde las barras de la Asamblea Legislativa le exigen su salida. Otro diputado del mismo partido, la maltrata por “vagabunda” y la manda a rezar el rosario o a ir a misa. Diputados de otros partidos ante semejante grosería, reaccionan y salen en defensa de la señora. Para bajar el tono, el diputado ofensor simplemente “pide perdón” y sus compañeros del mismo partido, con la misma complacencia exigen que ahí acabe todo y hasta alaban la divertida ocurrencia del diputado…
Si seguimos trastocados desde los cargos más elevados, entonces el asesino con sólo pedir perdón quedaría librado de toda culpa, el narcotraficante no tendría que enfrentar la justicia por sus actos, el empresario puede evadir impuestos, el violador, el pederastra, el ladrón, lo que sea simplemente queda impune al “pedir perdón”.
¡No Federico Tinoco!, ¡No René Castro!, ¡No Fernando Sánchez!, ¡No Olivier Ibo Jiménez Rojas! Ustedes no están en condiciones de pedir nada. Ustedes deben ofrecer una disculpa a las personas que ofendieron y dejar sus puestos. Los puestos que ocupan llevan aparejada una gran dignidad, es responsabilidad de ustedes honrarlos y hacerlos respetables. No actuar como corresponde, los expone a calificativos como “chuchingas” que se rescató esta semana del diccionario de costarriqueñismos y queda corto para describir tanta barbaridad.
Fuente Tribuna Democrática
Foto Graciela Solís
El énfasis es nuestro
El cartel dice: "Chuchingas: Costarriqueñismo que se refiere al machista capaz de ofender a las mujeres”
• Legisladores les reclamaron insistencia en renuncia de Fernando Sánchez
Mujeres trataron de chuchingas a diputados
Diputado Olivier Ibo Jiménez Rojas ofende a mujer de 85 años...Ofelia Taitelbaum, lo alaba!
Por Mujeres de Blanco
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