La democracia de los empresarios del Sí: La democracia de los brazos torcidos

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  • En la democracia del “libre mercado” de los empresarios que apoyan el SÍ, todo se compra, todo se vende. Incluso las conciencias y la libertad electoral de las personas. Es decir, incluso la libertad de pensamiento es objeto de apropiación. Por parte del empresario, claro está, que se la expropia al trabajador y dispone de ella a su gusto.


Por Ricardo Salas

Ya no estamos hablando de que a través de una campaña propagandística de inmensas sumas de dinero esos empresarios tratan de convencer a la ciudadanía de un tratado que sólo les sirve a ellos y perjudica a todos los demás (incluyendo a sus trabajadores, quienes no sólo son empleados de esa empresa, sino también asegurados, usuarios del ICE, consumidores de nuestros productos agropecuarios, en fin costarricenses como cualquier otro).

Tampoco estamos hablando de las famosas “capacitaciones”, a las cuales los empleados deben asistir para que traten de persuadirlos de las dizque bondades del Tratado e intimidarlos con el supuesto riesgo en que se hallarían sus trabajos si este no se aprobara.

Estamos hablando de prácticas corruptas e incluso, permítaseme el término, fascistas. Corruptas, porque la libertad de pensamiento, que en este caso se traduce en la posición que tomará una persona respecto al TLC y el sentido de su voto, está siendo reducido a un objeto de mercado.

Es decir, algo tan sagrado como la libertad de pensamiento y elección, se está devaluando a un bien enajenable como cualquier otro.

Eso es lo que sucede con estrategias como las dadas a conocer esta tercera semana de septiembre, en que se difunde un memorando (“memorando II”), en el cual uno de los responsables de la campaña del Sí, recomienda a los empresarios literalmente COMPRAR EL VOTO de sus trabajadores, mediante el pago de un cuarto o media jornada adicional.

Este individuo, que reconoció la veracidad de dicho memorando (al menos debe abonársele que no se quitó), pone de manifiesto no sólo el peligro que entraña el desbalance de recursos en una democracia, sino el desprecio por la dignidad de los trabajadores de esas empresas y su libertad de pensamiento.

En otros términos, regresando a lo que creíamos superado y una triste etapa de la historia vieja, propone la vuelta de los días en que quien disponía de dinero podía gozar de los derechos más elementales de los demás: sus servicios personales, su reverencia, su complicidad y su incondicionalidad, aunque con ello se fueran las libertades y los derechos primordiales de cualquier ser humano, como es la libertad de pensamiento y autodeterminación.

Pero, como si fuera poco, hoy es un hecho público y reconocido por los propios empleados de esos empresarios, que desde hace tiempo y a raíz del debate nacional acerca del TLC, se vienen desarrollando en sus trabajos prácticas de vigilancia y movilización coactiva.

De suerte que los sondeos sobre intención de voto, que aparte de al trabajador a menudo abarcan a su familia inmediata (de la cual tiene que declarar su inclinación respecto al Tratado), es una forma de detectar cuáles son los empleados “desleales” a la posición patronal. La pregunta es, ¿no constituye acaso una vulgar forma de amedrentar al empleado? ¿cuál trabajador se atreverá a manifestar una posición diversa a la de su patrón? Definitivamente, si lo hay, es porque tiene madera de héroe y es un patriota convencido.

Sin embargo, las cosas no quedan allí. Cada vez es más frecuente que grupos mismos de los trabajadores sirvan como célula de control de sus propios compañeros, poniendo en conocimiento del patrono o sus representantes la posición dudosa o el comentario “desleal” de algún otro de los suyos, que no comparte la elección del empresario, quien mediante mantas a las afueras de las instalaciones, declara que TODOS (por decreto suyo) están a favor del Tratado.

Estas prácticas de terror y amedrentamiento, amén de generar una grave tensión laboral, van en detrimento directo de esa libertad de pensamiento tantas veces mencionada en estas líneas. ¿Quién se atreverá a tener una voz disidente o escoger su posición, si sabe que será denunciado ante su patrono? Ahora sí, su puesto de trabajo estará en riesgo.

Finalmente, para que no haya dudas de que TODOS están a favor del acuerdo comercial, aunque con los brazos torcidos (ahora que se puso de moda ese término y se ha convertido en el modelo actual de nuestra democracia, “la democracia de los brazos torcidos”), TODOS deben asistir a las actividades del SÍ, sean o no en la empresa, sean o no en horario laboral.

Su participación es OBLIGATORIA. De manera que no cabe no ir. HAY QUE IR. HAY QUE DESFILAR. Y SIN CARITAS. Todos sonriendo y habiéndose aprendido el papelito que les dieron de previo para que respondan las preguntas que les puede hacer algún periodista entrometido. El que no va o no desfila con simulado entusiasmo, estará faltando (se les dice) a sus deberes con la empresa.

Estas prácticas no tienen otro nombre que FASCISMO. Impedir que las personas hagan y desarrollen sus propias escogencias personales y políticas, insertándolas más bien en un engranaje no manejado por ellos, del que no pueden salirse por intimidación y las consecuencias perjudiciales que les acarrearía, es justamente el fascismo.

De modo que, en la actual situación, en Costa Rica desde hace rato hemos de estar preocupados no sólo por la eventual (y dichosamente cada día menos posible) aprobación del TLC, sino por la supervivencia de la República, víctima de la concentración de poder en un grupo político/empresarial que pretende desmantelar el país para procurarse colosales ganancias, así como del borramiento de los límites entre los diferentes órganos e instancias del Poder Público, o del intento de acallar a todos aquellos que no son incondicionales de ese consorcio político/empresarial (llámese sacerdotes, medios de comunicación masiva, universidades u organizaciones ciudadanas).

Hoy, debemos en igual medida estar alarmados por el deterioro de nuestra democracia, reducida a una versión imperial de “democracia de los brazos torcidos”, que no es otra que la democracia de la intimidación (bien documentada en el Memorando I), de la extorsión, los desfiles forzados, la denuncia por pensar diferente y la compra de votos.

Pero, queridos amigos y amigas, esa democracia, NO ES DEMOCRACIA.

Está en nuestras manos este 7 de octubre, decirle NO a este TLC y al mismo tiempo decirle NO a esa democracia disminuida, que no es democracia.

Este 7 de octubre no sólo depende de nosotr@s rechazar el TLC, sino rescatar la democracia costarricense de esta gavilla infame.


Fuente Informa-tico.com

El énfasis es nuestro



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