La verdad sobre los subsidios y el TLC

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Por Giovanni Beluche


En ciertas emisoras de radio están pasando un comercial mentiroso, pagado por los partidarios del TLC, en el que afirman que los subsidios que otorga el gobierno de los Estados Unidos a sus agricultores no afectan a nuestros productores. Aseguran los del Sí que más bien esos subsidios benefician a los consumidores.
Para desenmascarar estas mentiras responderé de manera sencilla a las siete preguntas más comunes sobre el tema.

1. ¿Por qué los países desarrollados subsidian su agricultura?


Para las grandes potencias la producción de alimentos es un asunto estratégico y un tema de seguridad nacional. Si entran en guerra con otros países, o sufren algún tipo de bloqueo económico, tienen garantizado que no se quedan sin comida. Pero los subsidios también constituyen una palanca para elevar la productividad y competitividad de sus agricultores.

2. ¿Qué tipos de subsidios existen?

Hay muchas formas de subsidio, pero los que más nos atañen tienen que ver con la producción y con los costos de la exportación. Este tipo de ayuda puede darse directamente con dinero, con maquinaria y equipos, con inversiones en tecnología, con recursos para la investigación científica, para el desarrollo de productos, en la investigación de mercados y por exoneración de impuestos.

3. ¿Puede poner un ejemplo concreto de subsidios en Estados Unidos?

El 13 de mayo del 2002 el presidente de los EEUU, George W. Bush, firmó la Ley de Seguridad Agrícola, conocida como Farm Bill, que garantiza subsidios a sus agricultores por el orden de 190 mil millones de dólares durante 10 años. Cuando firmó esta ley (2002) el monto dirigido a los subsidios ya era 20 veces superior a todas las exportaciones de Centroamérica (2001).

Esta ley favorece directamente a los productores de granos, legumbres, miel, algodón, lana y leche. De manera indirecta subsidia a todos los derivados de estos productos. Para que no queden dudas del objetivo de estas políticas, el presidente Bush al firmar esa ley dijo: “Queremos estar vendiendo nuestra carne, nuestro maíz y nuestros frijoles a la gente alrededor del mundo que necesita comer”.

4. ¿Qué pasa con nuestros pequeños productores?

La receta que los del Sí le dan a los campesinos es que sustituyan la producción orientada a la seguridad alimentaria por producción para la agro exportación, como si esto pudiera hacerse por arte de magia. Cualquiera que escuche con respeto a nuestros agricultores sabe que no tienen acceso a capital de trabajo y de inversiones. No hay una banca de desarrollo que les financie, en condiciones adecuadas, para que incorporen sistemas de riego, maquinaria, tecnología, equipos, invernaderos, etc. Cada día los insumos agropecuarios son más caros, porque están en manos de unas pocas empresas transnacionales, verdaderos monopolios extranjeros a los que los partidarios del TLC ni le arrugan la cara.

Mientras los productores de los Estados Unidos tienen subsidios, los gobiernos de Costa Rica irresponsablemente han ido reduciendo los recursos para investigación, capacitación y asistencia técnica a nuestros campesinos. Hay que sumar el hecho de que los pequeños productores tienen un limitado acceso a la tierra en cantidad y calidad, sobre todo los pueblos indígenas, cuyos cultivos son presa fácil de las inclemencias del clima. Esto es pelea de tigre suelto contra perro amarrado. Da pena que haya costarricenses que están del lado del tigre.

5. ¿Y en la comercialización…?

Los pequeños productores están a merced de las condiciones que imponen los supermercados: les exigen volúmenes de producción inalcanzables y controles fitosanitarios exagerados; les pagan en forma diferida provocándoles mayor descapitalización, les castigan por asuntos de apariencia de los productos que no tienen nada que ver con el valor alimentario, etc.

En los últimos años ha entrado en escena un nuevo y peligroso fenómeno, llamado Wal Mart, que es el mayor accionista del Grupo Central American Retail Holding Company. Esta multinacional, de cuestionable trayectoria moral, es uno de los principales monopolios de supermercados en América Central. En Costa Rica es dueño de la CSU que agrupa a Más por Menos, Hiper Más, Palí y Horti Fruti. Tiene un infinito poder de negociación (imposición) sobre los pequeños productores, quienes deben ajustarse a sus reglas del juego para acceder a los mercados. Además, ejercen un poderoso control sobre las importaciones de alimentos. Es extraño que a los partidarios del Sí les cause roncha el monopolio del ICE, pero aplauden como focas a este gigante foráneo.

Todo esto está sucediendo en un contexto de repliegue del Estado como interventor y regulador de las reglas del juego. El dios mercado “regula” y castiga.

6. ¿Pero, los precios bajarán con lo que viene de afuera?

Nos hicieron desmantelar la producción de maíz amarillo con la promesa de que era más barato traerlo de Estados Unidos y eso nunca pasó. Desde hace veinte años vienen diciendo lo mismo. Pregunte a un porcicultor si el maíz amarillo ha bajado de precio. Igual con la canasta básica, cada año todo está más caro. ¿Por qué tendríamos que creerles ahora?

7. ¿Qué conclusiones debemos sacar?

El TLC fortalece las asimetrías entre países pobres y ricos. A un año de vigencia, todos los países de Centroamérica, excepto Nicaragua que ya no puede ser más pobre, han reducido sus exportaciones a Estados Unidos y han aumentado sus importaciones provenientes de ese país. Su balanza comercial hoy es más desventajosa y son más dependientes que antes del TLC.

Pero también el modelo de Libre Comercio, que no es tan libre y mete sus narices más allá del comercio, incrementa la desigualdad entre productores pobres y ricos en nuestros países. De ahí que no es extraño que los ricos están en la acera del Sí y las organizaciones y cooperativas de pequeños productores están con el No. El TLC destruye nuestra estructura productiva, nos convierte en meros consumidores de los excedentes que los gringos no saben a quién venderle y propicia una sociedad sin justicia y sin equidad.

Sólo unos pocos grandes exportadores se benefician y el resto de campesinos acabarán vendiendo sus tierras como ya pasa en las zonas costeras de Costa Rica.

El cuento de que nuestros productos, que entrarán en competencia con las mercancías subsidiadas de Estados Unidos, estarán protegidos por 10 o 20 años, es otro vil engaño. Quienes firmaron el TLC condenaron a la desaparición a estos productores, porque nadie en su sano juicio va a invertir en actividades cuya expectativa de vida no sobrepasa los 10 o 20 años. Si queremos soberanía y seguridad alimentaria, si no queremos ser dependientes toda la vida, debemos proteger a nuestros productores y el primer paso es votar No al TLC.

¿Usted todavía les cree a los políticos tradicionales que han llenado sus bolsillos a costillas de nuestros campesinos y trabajadores?

Vote No al TLC



Fuente Argenpress

Nota: El énfasis es nuestro









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