El poder afirmativo del NO al TLC
Luis Paulino Vargas Solís
Costa Rica es una sociedad en crisis. Tal constatación no tiene un ápice de novedad. ¿Acaso este capitalismo neoliberal mundializado no es, en sí mismo, una crisis en plena y demencial evolución hacia el suicidio colectivo? Puestas así las cosas, hay que admitir que rescatar esta comunidad nuestra de su propio declive y descomposición, se vuelve tarea mucho más complicada si para ello hay que bregar, además, con un contexto obsesivamente volcado hacia la autodestrucción.
Y, por cierto, resulta preciso tener claro que, puestos en este marco, el TLC con Estados Unidos tan solo vendría a radicalizar esas tendencias enfermizas, que son las de una sociedad neoliberal que da valor absoluto al objetivo del lucro, de donde resulta su desprecio generalizado por la vida. En primer lugar, la vida de cada persona que, esencialmente, ha de ser el derecho a una vida digna y, más allá, la vida de la naturaleza, la cual es -cosa evidente, aunque no para el actual capitalismo global- condición necesaria para la existencia humana misma.
El NO al TLC es la recuperación de la capacidad de soñar
Cuando decimos no al TLC, en realidad decimos no a esa devastación humana, moral y ambiental que comporta este sistema mundializado y sus diversas versiones nacionales, más o menos matizadas según sea el caso. De tal modo, el no contiene una poderosa carga positiva: es la fuerza de la afirmación de la vida. La vida humana y, desde luego (ya decíamos que no podría ser de otra forma) la de la naturaleza.
Esta fuerza afirmativa y de construcción es la que se manifiesta -con multicolor vivacidad- en la riqueza estética, expresiva, organizativa e intelectual del movimiento social del no. Y ahí, por cierto, está la semilla desde la cual podría crecer la esperanza de una nueva Costa Rica que, junto a otros esfuerzos similares, sean germen de cambio en un mundo que, a gritos, pide alternativas frente a la globalización “sin alternativas”.
Soñemos un poco, que, al fin y al cabo, cuando la humanidad logró algún avance positivo ha sido porque se atrevió a soñar. Pero soñemos con los pies en la tierra y los ojos bien abiertos.
Paso número uno del sueño: el TLC puede ser derrotado.
Esto último sobre todo requiere tener en cuenta dos cosas. La primera: entender, respetar y dar alas a la plural y libre heterogeneidad del movimiento del no. Es un movimiento-red o, si se prefiere, una red de redes de movimientos. Nadie debería pretender hegemonizarlo; tan solo intentarlo lo dañaría. Nadie debería pretender imponer su punto de vista. Ello aniquilaría su pluralidad que, es justamente, su mayor fuerza.
La segunda: desde esa diversidad, este movimiento debe hablar el lenguaje del pueblo y sentir y desear y necesitar lo que el pueblo. Es decir, hay que saber remitirse al lenguaje históricamente distintivo de este pueblo costarricense: el de la justicia social, la igualdad básica de los seres humanos, la solidaridad, el derecho universal a una vida decente. Es el lenguaje que el neoliberalismo ha querido destruir, y contra el cual se siguen moviendo, intentando pulverizarlo, las enormes aspas ideológicos del sistema. Es el lenguaje que hay que recuperar, reconstruir, depurar, reformular, actualizar, potenciar y agrandar.
Segundo paso del sueño: esta pluralidad del movimiento-red del no es intrínsecamente progresista. Resulta inclusive de izquierda, aún si muchos en el movimiento no querrían admitirse como tales. La razón es simple: es un movimiento que, en su heterogeneidad, está unido por una sensibilidad avanzada ante los asuntos humanos, sociales, de minorías, de la naturaleza, políticos…Su lógica fundamental es la de los derechos -en especial el derecho a una vida digna- y por ello entra en colisión con el TLC, en cuanto este representa la lógica de la exclusión sintetizada en el signo mercantil.
Tercer paso del sueño: este carácter progresista le confiere un enorme potencial creativo. Cada manifestación callejera lo pone en evidencia: red-de-movimientos-en-red que canta mil canciones con mil voces distintas y en mil tonalidades diferentes. Propone un contraste radical con las legalidades uniformes y las disciplinas monocromáticas de los TLC. También con el gris estandarizado de los discursos neoliberales.
Cuarto paso del sueño: tan tremenda capacidad creativa ha de revertir en propuestas concretas. Ante la exclusión de aquella gente a quienes se les niega el derecho a tener esperanza: los niños y niñas de la calle; las y los trabajadores del sexo; los habitantes de los tugurios; quienes duermen en las aceras. Ante los desequilibrios económicos, los desbalances regionales, la destrucción de los bosques, los ríos sucios y la basura en cada rincón citadino. Ante la inseguridad en las calles, la violencia en las casas, la agresividad al volante, las escuelas sin pupitres, los hospitales sin camas, las filas interminables a la entrada de las clínicas de la Caja del Seguro Social.
También ante los bancos que evitan impuestos y especulan con el ahorro nacional en sus fortalezas off-shore. Ante la renuncia al desarrollo que se vomita en los excesos de los centros comerciales, los clubes exclusivos, los autos de superlujo, los condominios de ensueño, las playas convertidos en residenciales principescos para esparcimiento de acaudalados ciudadanos extranjeros (y algunos nacionales). También ante el privilegio tributario y la solícita atención oficial a favor de inversores extranjeros que usufructúan de una mano de obra barata y calificada, sin dejar en el territorio nacional más que el pago de un pequeño monto de salarios.
El TLC abre una sola perspectiva: la de la profundización de estas tendencias. Entendamos la razón: esta es una crisis estructural, es decir, está inscrita en los rasgos fundamentales de esta forma de vida en que estamos atrapados. El TLC tan solo consolida esa estructura sistémica y, por ello, infunde nuevos impulsos a las fuerzas destructivas que desde ahí se desatan.
Por eso el NO AL TLC posee un carácter poderosamente afirmativo. De propuesta, construcción, renovación y cambio. Así, y bien entendido, derrotar el TLC es sentar una primera piedra del proceso urgentísimo de reconstrucción humana y social.
Reitero el cuarto paso del sueño: propuestas concretas. En lo que sigue, delinearé algunas sugerencias.
Soñar con los pies en el suelo
Soñemos, pues, con una Costa Rica distinta. Sin tlc’s, que es como decir sin playas privatizadas ni ríos convertidos en cloacas. Sin tanta violencia fuera y dentro de las casas, ni tanta gente al borde de la desesperanza. Sin tanto político ladrón que ayer La Nación encumbró -como hoy encumbra otros- para luego (por razones que ellos sabrán) venir a despedazarlos con saña. En fin, que la Costa Rica sin tlc’s debería ser un país humilde y respetuoso con la naturaleza, generoso con el derecho a una vida digna para su gente, firme en sus raíces, implacable con sus vicios y atavismos y abierto al mundo en dialogo respetuoso y enriquecedor.
Primer paso, hemos dicho, es enterrar el TLC con Estados Unidos. Pero esta debería ser una decisión consecuente. No es descartar este para, pusilánimes, procurar otros “menos malos”. Es avanzar por el camino -empinado y difícil, sin duda- de construir nuevas formas de relación: entre los estados, y entre éstos y los capitales transnacionales, por un lado, y con los organismos internacionales, por otro. También nuevas formas de acercamiento con el amplio espectro de una sociedad civil que adquiere rostro mundializado, por medio de los densos tejidos de las redes de movimientos sociales globales, de signo democrático y progresista. Es trabajar, pues, por reformar -tan ampliamente como sea posible- un orden mundial que, más que simplemente injusto, es demencialmente autodestructivo.
A la base de esa búsqueda de alianzas renovadas y formas reconstruidas de relación hacia fuera, debe haber, necesariamente, decisiones nacionales acerca del tipo de desarrollo que queremos. Lo ilustro (solo lo ilustro) mediante algunas preguntas básicas:
¿la prioridad es satisfacer los “requisitos” que demanda la inversión trasnacional o las condiciones indispensables para que a nadie se le niegue una vida digna?
¿Es deseable crecer al 6-7% concentrando la riqueza y destruyendo la naturaleza o mejor hacerlo un punto o punto y medio por encima del crecimiento poblacional, pero distribuyendo el producto y respetando los equilibrios ecológicos?
¿Vale la pena aparentar felicidad atrapados en el círculo infernal de un consumo obsesivo y despilfarrador o más nos aprovecharía aprender a disfrutar con inteligencia, selectividad y sobriedad?
¿Continuaremos con el engaño de creer que el desarrollo se “ve” en centros comerciales, condominios y clubes exclusivos y enclaves de alta tecnología, o, más realistas y serios, vamos a reconocer que el verdadero desarrollo asume formas mucho más discretas y cercanas a la cotidianidad de personas y comunidades?
¿Vamos a seguir chupando, con gesto embobado, el confitito de una democracia-careta, empobrecida en su ritual electoral cuatrienal, o haremos que la democracia sea derecho y responsabilidad del día a día, directamente depositada en las manos de los hombres y mujeres que conformamos esta nación?
Y que no se entienda en lo anterior, lo que ahí no se dice. No se sugiere cerrarse a la inversión extranjera ni al comercio internacional. Se propone colocarlos en el lugar que les corresponde: como medios subordinados a fines superiores y no como fines de por sí. Enfaticemos que la gran mentirota neoliberal -TLC incluido- se sintetiza en su opción política-ideológica que hace del comercio y las inversiones objetivos autosuficientes. Lo mismo dicen de la propiedad privada, cuando, en realidad, ésta no tiene justificación ética ni legitimidad moral, de no estar subordinada a los derechos y la dignidad humanas, el bien social y el respeto a la vida de la naturaleza.
Clarificados estos asuntos fundamentales, en relación con las modalidades de desarrollo que queremos y las formas de nuestra incorporación y vinculación con el mundo, el abanico de posibilidades que se abre es amplísimo. Mucho que reformar, reformular, sanear, crear…inventar. Aquí se hace manifiesto el carácter reaccionario y conservador de la opción neoliberal y pro-TLC. Porque comporta la permanencia y profundización de las tendencias autodestructivas actualmente en curso. En cambio, como he dicho, el NO está dotado de una poderosa carga creativa: es la búsqueda de alternativas que nos preserven del desastre y nos permitan reconstruir nuestras vidas.
Para ilustrarlo -y sin pretender, ni de lejos, ser exhaustivo- planteo el tema de la reformulación de las modalidades de desarrollo del país. Esto, a su vez, comporta una gama variada de problemas y asuntos que no voy a enumerar aquí. Siempre con afán puramente ilustrativo, cito cuatro que, a su vez, simplifico expresándolos como alternativas polares:
1) seguir con un sistema financiero sesgado hacia lo especulativo o, en cambio, reorientarlo hacia el fomento al desarrollo;
2) continuar creyéndonos la cantinela acerca de la presunta “generación” (harto discutible, según lo vemos) de empleos en grandes transnacionales, o mejor preocuparse por el desarrollo de una amplia base de pequeñas y medianas empresas -inclusive empresas cooperativas y asociativas- de capital nacional, que distribuyan propiedad y generan mucho más empleos;
3) apostar por un crecimiento turístico basado en hoteles-enclave de lujo e inaccesibles condominios de propiedad extranjera, o enfatizar el desarrollo de una amplia y distribuida red de pequeños hotelitos que se integren respetuosamente con la naturaleza, redistribuyan ingresos en las comunidades aledañas y den acceso al turista nacional;
4) permitir que continúe la proliferación anárquica de universidades que reparten títulos devaluados, u optar por un sistema educativo que genere oportunidades de formación en distintos niveles y con diversas salidas y calificaciones, en cuya cúspide se ubicará un sistema universitario de alto rigor académico y diversificada y pujante actividad investigativa.
Admitámoslo: esto es parte de una corruptela de alcance global que provoca grave daño a la humanidad. Aquí confluyen y se sintetizan los dos ámbitos de acción que he citado: el de la búsqueda de nuevas relaciones internacionales y globales, y el de reformulación institucional y normativa a lo interno. Y en lo que a este último aspecto se refiere, se hace necesario introducir reformas tributarias y regulatorias que desestimulen (y, si es del caso, penalicen) la especulación, el desvío de ahorros hacia el extranjero y el estímulo consumista y depredador que la banca propicia.
En cambio, se favorecerá la asignación del ahorro a usos productivos y de desarrollo, según objetivos de justicia social, redistribución de la riqueza, protección ambiental, modernización económica y desarrollo de la productividad. Todo esto, por cierto, es posiblemente menos rentable desde el punto de vista privado y según la típica visión de corto plazo. Pero con seguridad es mucho más beneficioso -en el mediano y largo plazo- para la sociedad en su conjunto.
Tomado de ecoportal.net
Nota: La negrita es nuestra
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