La medicina que nos recetaron sin preguntarnos: 7000 marines, 46 buques de guerra, 200 helicópteros artillados y aviones de combate en territorio nacional en los próximos seis meses. Con permiso para que los soldados estadounidenses (casi la mitad de la fuerza pública de Costa Rica) puedan “disfrutar de libertad de movimiento y el derecho de realizar las actividades que consideren necesarias en el desempeño de su misión”. Y una aprobación legislativa en carrera, para que usted y yo no tuviéramos tiempo de darnos cuenta.
La enfermedad que ponen como excusa: el narcotráfico. Como si militarizar un país fuera la solución para ese negocio enorme que se extiende desde la corrupción y el miedo. Como si Estados Unidos (el mayor mercado de cocaína en el mundo según la ONU), hubiera controlado el tráfico en su propio territorio. Esa guerra contra el narcotráfico ha sido ineficaz hasta ahora, ¿será porque la guerra es un negocio en sí misma, y hay que buscar otras formas de resolver los problemas?
Por supuesto que el narco significa violencia. Nuestra sociedad es agredida cuando una familia ve a sus hija consumida por las drogas, cuando hay que poner más rejas en las ventanas y andamos con miedo por la calle, y también cuando la mejor opción “laboral” disponible para un joven es la mafia organizada. Pero en vez de mejorar el funcionamiento de la policía y de una vez ir pensando en un desarrollo social solidario, que ha demostrado ser una medida mucho más efectiva que aumentar las penas de cárcel o el número de policías, nos recetan un remedio que nos deja más débiles y vulnerables. Violencia sobre violencia, ahora con sello militar.
Hace poco el OIJ invadió el campus de la UCR, y no faltó quien dijera que la autonomía universitaria no podía significar un trato distinto en el mismo país. No es casualidad que se cuestione el derecho de las universidades a mantener su independencia, que muchas veces ha resultado tan incómoda para el poder, y que al mismo tiempo ahora vayamos a tener dos categorías de personas en Costa Rica: por un lado todas las que tenemos que cumplir con nuestras leyes; por otro lado los soldados estadounidenses, con carta blanca para hacer cualquier cosa que “consideren necesaria”, sin derecho a reclamarles por nada de lo que hagan según la legislación costarricense.
Detrás de esta invasión militar hay un reposicionamiento geopolítico de los Estados Unidos, en una Latinoamérica que se escapa de su control. Por supuesto también está la complicidad de diputados y diputadas que aceptaron renunciar así no más a la soberanía nacional, o que manteniendo el quórum permitieron que eso sucediera. Y detrás de todo está también una estrategia sin sentido, que sigue tratando de convencer de que la inseguridad se controla con represión y fuerza, mientras se siguen debilitando los vínculos sociales que han sido nuestra mayor fortaleza para construir un país diferente que se sigue desdibujando poquito a poco.
Ya decía la gente que a veces es peor la medicina que la enfermedad… En este caso ni alivia ni cura, solamente nos baja las defensas para enfrentar lo que viene desde un lugar de dignidad y convivencia pacífica. Esta medicina yo no me la trago sin protestar, ¿y usted?
Fuente Blog de Eva
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