Por Rogelio Ramos Valverde
Ahora que estamos al frente de una nueva administración, es oportuno reflexionar sobre varios temas trascendentes.
En el cortejo de sucesos a seguir desde el próximo primero de mayo, se abren, siempre se abren, expectativas y esperanzas.
El gobierno que termina es motivo de escrutinio público. Lástima no siga el comportamiento de los juicios de residencia españoles: saber cuál es la verdad de las tareas cumplidas, los proyectos fallidos, la ventura o desventura de los habitantes del país de una gestión ya en el ocaso.
Ahora, simplemente se dejan los cargos. Ni se le exige al Presidente saliente, cumplir con la obligación anual de pedir permiso a la Asamblea Legislativa para ausentarse del país. Todo conforma un ambiente condescendiente, como si los ciudadanos representados en el Congreso, no tuvieran algo que podrían exigirle al mandatario que concluye su labor.
El que venga atrás que arregle los entuertos. Es la frase de Luís XV, Aprés moi, le deluge; “Después de mí, el diluvio”. Pero ya que hablamos de los Capetos, en estos cuatro años, ominosamente hemos pasado por las horcas caudinas de “la tiranía en democracia”, o lo que es lo mismo “pasar por el yugo”, acomodo vernáculo de la política tica al famoso “El Estado soy yo”, del Rey Luís XIV. Vaya; que entre águilas y caracoles nos dejaron sufriendo los rigores de un política neoliberal, y surcado un sendero bien lejano de la vivida desde los años cuarenta del siglo XX, cuando se reubicaron las tareas del Estado, en un afán solidario y fraterno.
Dicho lo anterior, ciñámonos a lo que nos espera a partir del ocho de mayo, comienzo de la administración Chinchilla Miranda. Pasarán los primeros cien días y habrá un conteo de sucesos, cada vez más afines a lo que se ha dado en llamar la “luna de miel” del nuevo gobierno.
Desde allí comienza otro escalón, en la aventura de acomodar piezas y sufrir los embates por lo que se llamará los primeros brotes de disconformidad. Caerán, con la fuera de las primeras lluvias de mayo, al llegar al primer año de la toma de posesión de los diputados y de la presidenta.
Entonces, como una vieja película que hemos visto varias veces, miraremos el atrincheramiento de los miembros del gobierno en defender la “obra” realizada, aunque se esté muy lejos de cumplir decorosamente con las promesas de campaña. Habrá debates sobre la seguridad ciudadana, sobre la situación fiscal, sobre la falta de una política clara de empleo que redunda en más pobreza y de muchas cosas más. Toda una larga cadena de imprecaciones y de defensas.
Mientras eso sucede, se producirían eventuales cambios en la conformación de la Asamblea Legislativa. Éstos van desde la aprobación de leyes con el apoyo de diputados de la oposición, hasta el abandono, decidido o tenue, de los diputados en su obligación partidaria, algunos trasladando todo su equipaje al oficialismo.
¿Cómo evitar esa trasmigración, burla al electorado? Hasta el momento y son muchos los caso recientes, no parece haya antídoto para esa vulneración del voto recibido. En otros tiempos, el diputado que no estaba de acuerdo con la política del gobierno o de la oposición, renunciaba a su curul. Lo exigía el decoro de la institucionalidad. Hoy todo es brebaje de la más baja estofa.
Se impone, pues, establecer un mandato Revocatorio para todos los funcionarios electos. Evitaremos de esa manera el bochorno que hemos sufrido en el pasado. Algunos casos fueron de recibo: el partido abandonó su propia doctrina y no se podía continuar irrespetando al electorado.
Dejemos que la participación ciudadana, se consolide o se rechace, esa renuncia en el ejercicio de sus funciones. No puede seguirse observando de manera impasible como los altos miembros de los Poderes Legislativo y Ejecutivo se apartan, sin ningún recato, de sus mandatos y por los cuales el pueblo de Costa Rica votó en su oportunidad.
Los partidos políticos y los propios funcionarios electos deben estar bajo la mirada vigilante y el escrutinio de los ciudadanos. ¿Acaso la Constitución no establece que ellos son simples depositario del poder y que la soberanía reside exclusivamente en la Nación?
Fuente Tribuna Democrática
El énfasis es nuestro
0 comentarios:
Publicar un comentario