"No subí a la Sierra a cocinar"

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Por Fernando Ravsberg, La Habana

  • María Milán y Aída Galeano podrían ser dos abuelas cubanas más, si no fuera porque tienen una muy peculiar historia que contar.

Son ambas muy elegantes, casi podría decirse que coquetas, pero el mayor encanto se produce cuando recuerdan su juventud, el trabajo en la clandestinidad y su incorporación al Ejército Rebelde en la Sierra Maestra.


Ríen abiertamente y sus ojos brillan cuando recuerdan aquellos años, la vida en la montaña, los combates y sobre todo cuando ambas se acusan de ser la autora intelectual de las travesuras. Fueron mensajeras, atendieron el hospital y participaron en algún combate a pesar de que los mandos se lo prohibían.

"Ni cociné ni lavé ropa, yo no subí a la Sierra para eso", me dice María.

Dos mujeres que están convencidas de que la Revolución valió la pena. "De lo contrario seríamos el garito de América", me comenta Aída, recordando los planes de la mafia italo-estadounidense.

Cuando les solicitamos hacer una entrevista, se sorprenden. "¿Por qué nosotras?", nos preguntan asombradas. Pero acceden de buena gana a recordar aquellos días que, a pesar de la carga dramática, las dos rememoran con alegría.

-¿Qué las llevó a convertirse en militantes clandestinas?

Aída: Yo vivía en la finca de un senador y ahí conocí la explotación, vivíamos muy mal y nació en mí la rebeldía. Ahí es donde hago contacto con el hermano de María y me empieza a dar tareas clandestinas, boberías. Yo tenía 19 años

María:
Políticamente yo estaba en cero, lo mío era que Batista era un asesino y los muertos que había me impulsaron a luchar en la clandestinidad, vendía bonos, recolectaba medicinas y armamento para llevarlo al pelotón de mi hermano que ya estaba alzado.

-¿En aquellos años, creían realmente que ese pequeño grupo de guerrilleros iba a poder derrotar al ejército de Batista?

María:
Cómo no, estábamos conscientes de que no éramos sólo nosotros, nuestro pelotón, sabíamos que había muchos compañeros. El Ejército Rebelde se había nutrido de muchos campesinos. No sabíamos cuándo, pero sabíamos que al final ganaríamos.

Y estaba Fidel, un hombre sobrenatural, dotado de cualidades de mando, humanas, un previsor. Él sabía lo que estaba haciendo.

Aída: Cuando uno es joven y tiene una causa, entonces uno lucha porque la juventud es apasionada. Además veníamos conociendo al compañero Fidel desde el Moncada, teníamos fe en su vida recta, en su moral, había que creer en él. Era como una tabla de salvación.

No sabíamos de política, sabíamos de rebeldía y sabíamos que había que acabar con aquel sistema... demasiado dolor y demasiada sangre.

-¿Por qué dejaron la clandestinidad y se alzaron en las montañas?

María: Yo estaba llevando un mensaje del "III Frente" al "II Frente" cuando le avisan a mi padre que no podía regresar porque me estaban esperando acusada de matar a un policía (no tuve nada que ver en eso). Yo me alzo por el miedo a que me fueran a matar.

-¿Qué significó para ustedes como mujeres subir a las montañas?

Aída:
Yo ya vivía tan mal en la finca de aquel senador que no hubo mucho cambio. Mi situación era además insostenible, ya la policía sabía de mi relación con el (Movimiento) 26 de julio.

María:
Existía machismo, todavía existe. En la Sierra yo nunca permití que me mandaran a la cocina, yo no fui a la Sierra ni a lavar ropa ni a cocinar. Mi temperamento no me lo permitía. Existió el machismo en la sobreprotección de las mujeres, sólo nos dejaron ir a los combates de San Luis y Palma. Sin embargo, cumplíamos misiones riesgosas como buscar armas en Santiago o medicinas al Cobre.

-Ustedes atendieron hospitales. ¿Cómo se trataba a los prisioneros heridos?

María: Te voy a contar una anécdota: a mi campamento mandaron un grupo de "casquitos" heridos, donde teníamos un hospitalito. Nosotros no teníamos casi comida, pero salimos a buscar una gallina entre los campesinos e hicimos un caldo para los heridos, ni yo tomé de ese caldo. Así los tratábamos.

-¿Cómo fue el primer momento después del triunfo?

Aída: Yo no sé ni lo que pensaba en ese momento, sólo pensaba en que habíamos triunfado. El pueblo entero volcado en las calles desde la Punta de Maisi hasta el Cabo de San Antonio. Pero la verdad es que nunca me pregunté cómo íbamos a formar un gobierno cuando la mayor parte del Ejército Rebelde era casi analfabeto.

María: A nosotros nos sorprendió en Palma, yo me quedé en una especie de vacío, como sin saber qué iba a hacer. Era la ignorancia, porque para mí todo se limitaba a tumbar a Batista para que se acabaran los crímenes, que Fidel fuera el presidente y yo irme de vuelta para mi casa en el pueblo.

-Con tan poca información política, ¿qué piensan cuando Fidel Castro anuncia la vía socialista?

María: Yo le soy honesta, yo sentí cierto temor porque antes el socialismo era algo muy malo, malísimo, nos decían que mandaban los niños a Rusia. Pero siempre me alumbró aquella confianza absoluta en Fidel. Yo me dije, "bueno, Fidel sabrá lo que está haciendo".

Aída: Mi confianza en el compañero Fidel era y es ciega, y yo sé que él siempre ha hecho lo acertado y ha tomado las decisiones correctas. Además, yo lo veía más natural porque procedo de Manzanillo, un pueblo donde el Partido Comunista era muy fuerte, teníamos el único alcalde comunista del país.

-Cincuenta años después, ¿creen que valió la pena la lucha y el sacrificio?

Aída: No sólo valió la pena, yo lo que lamento es no haber hecho más por la Revolución. Incluso con las limitaciones y privaciones que tenemos por el bloqueo han seguido los programas sociales, que es lo más importante. Dime tú dónde estaríamos nosotros si no hubiéramos sufrido un bloqueo de 50 años. Y además nos critican, es como al ahorcado que lo critican porque patalea... claro que tenemos que patalear.

María: Si tuviéramos que volver a repetir lo mismo, lo volveríamos a hacer y ahora con más experiencia política. Yo soy de un origen campesino muy pobre, lo poco que pude estudiar fue después de la Revolución. Cuánto nos hemos desarrollado... ahora mismo a mi hija le están poniendo una vacuna para el cáncer que se fabrica aquí. A mis 70 años, no sólo no me arrepiento sino que sigo luchando.


Fuente BBC Mundo

Fotos BBC


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