Por Anacristina Rossi
En el fondo, casi todos los ticos queremos que nos pongan una venda en los ojos para no ver lo que pasa. Queremos engañarnos, creer que la dolencia de la patria no es grave, que ya se curará, con el tiempo.
Esto pensé al leer las generosas palabras que la diputada del PAC, Elizabeth Fonseca, le dedica al tribunal de Elecciones. Si La Nación transcribió bien, Elizabeth dice que la amonestación del Tribunal de Elecciones al Presidente de la República por promover a su vicepresidenta como precandidata “es una decisión salomónica que hace al Tribunal recuperar su autoridad”.
Ay Eli, yo también quisiera engañarme y creer que la decisión de amonestar al Presidente le devuelve la autoridad al Tribunal de Elecciones. Pero no es así.
El descrédito del TSE no se revierte con una amonestación. Han sido tantos los desmanes recientes de este Tribunal que un grupo de personas conscientes lo ha acusado de prevaricato, es decir, de ir contra la ley.
Claro que todos sabemos que la acusación no prosperará y que los magistrados serán declarados libres de culpa o con unas culpas mínimas, como fueron declarados libres de culpa el Presidente de la República y sus adláteres, a pesar de las pruebas, en la tenebrosa campaña del SÏ, como inocente se supone a Sosto o a Rodrigo Arias y demás responsables de festinar el dinero de los pobres. Basta con uno o dos chivitos expiatorios.
Sí, Eli, queremos creer que al final todo se arregla porque así es Costa Rica, y que el futuro del país será tan idílico como el pasado idílico que nos inventamos. Pero la realidad del presente nos dice otra cosa.
Porque hoy día lo que se ve en Costa Rica es el desmoronamiento de lo más elemental de un país. Y no hablamos solamente del descrédito de las instituciones judiciales y políticas, sino también de la cotidianidad básica. Podría mencionar decenas de ejemplos, pero por razones de espacio pondré sólo dos: lo vial y lo sanitario.
Todas las carreteras de Costa Rica están en pésimo estado y sin señalizar. Son tan peligrosas todas las carreteras que ir de Escazú a San José por la radial una noche de lluvia es un reto cabal. Para no hablar del Braulio o de la Interamericana o de la de San Carlos una noche de lluvia o una noche de niebla; son trampas espantosas que, sin embargo, hay que tomar porque llevan el grueso del tráfico del país.
Respecto a lo sanitario, las aguas negras van directo a las quebradas, a los caños, a los patios. Cuando llueve, Escazú huele tantísimo a desechos fecales que es imposible comer. Y no es sólo Escazú, muchos otros cantones nadan en fecalidad, para no hablar de las playas.
Tan terrible es el problema sanitario y vial que según un economista y sociólogo español, el que no mueran más ticos en las carreteras y el que no haya en Costa Rica una pandemia de tifus, hepatitis o dengue es la prueba irrefutable de que Dios existe.
Fuente Diario Extra
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