Dime de que te jactas y te diré de qué careces

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Por Edwin Segura, criminólogo


Leí un artículo publicado en un periódico nacional (Diario Extra 11/08/08), escrito por el presidente Oscar Arias y el cual traía como título “La violencia no es costarricense”. El artículo, entre otras cosas, hace referencia a como “nuestro” presidente desconoce como la violencia ha llegado a formar parte de la conducta de los jóvenes costarricenses (no todos por supuesto) y como al premio Nóbel de la paz le cuesta creer lo sucedido días atrás en la Universidad Latina en San Pedro.

Se alude en el artículo y hace bien al decir que “no creo que exista maldad en el joven costarricense. No creo que su corazón haya nacido envenenado, ni que sus intenciones sean por naturaleza destructivas…”, creer esto sería volver a las teorías ya superadas del médico y criminólogo italiano Cesare Lombroso, que datan del siglo XIX.

Sin embargo, al hablar de violencia debemos tomar en consideración que sus manifestaciones son multiformes, así hay agresión intrafamiliar, violencia en las vías públicas, en espectáculos deportivos, violencia institucional, violencia de género, violencia política entre otras.

Menciona además que “…nuestra juventud recurre a la violencia cuando es violencia lo que encuentra a su alrededor. Creo que acude al irrespeto cuando es irrespeto lo que conoce. Pero qué difícil es evaluar nuestro propio corazón, y preguntarnos si no compartimos nosotros parte de la culpa por los hechos ocurridos…”, este párrafo pone en evidencia, una vez más, el doble discurso presidencial, que tanto le gusta utilizar, refleja nuevamente como “el papel aguanta lo que le pongan” y como “entre el dicho al hecho hay mucho trecho” como se dice popularmente.

Y es que si algo hemos recibido de este gobierno, ha sido preciosamente violencia: violencia desde el poder que da la tranquilidad de una silla presidencial y el dinero, violencia que permite modificar una Constitución Política o cuanta ley exista que contraríe sus intereses o simplemente imponer un tratado que lo beneficie a él y sus adláteres.

Renglón seguido escribe “en mis años de vida he visto muchas cosas… pero nunca había visto a un joven costarricense protestar violentamente con el rostro cubierto por una máscara…”.

Quizá ya olvidó las imágenes publicadas en la nación de las protestas contra el Combo del ICE, donde estudiantes lo hicieron por temor a represalias; así mismo debería irse acostumbrando a ver este tipo de escenas por cuanto el modelo, su modelo de desarrollo económico hará que estas situaciones se repitan y esta vez no serán por una entrada a un concierto, como en la U Latina, sino motivadas por la necesidad del pueblo de alimentarse, de conseguir un empleo decente, de vivir dignamente y de observar como la corrupción entre altos funcionarios del gobierno crece y la impunidad crece junto a ella.

Estamos de acuerdo, todos sabemos que “en este país no es necesario alzar el puño para alzar la voz, ni lanzar una piedra para lanzar una idea”, lo único que se necesita es tener mucho dinero para torcer brazos y comprar conciencias de gente tan mediocre como inescrupulosa, cuestión que sin dudas domina muy bien y conoce a la perfección.

“Esas personas pretenden dar a nuestros jóvenes algo así como una licencia condicionada, un permiso a la violencia siempre y cuando sea usada en contra de tal Gobierno o en contra de tal proyecto.” O mejor dicho, son permitidos y aplicados por un gobierno contra quienes piensen diferente o se opongan a la tiranía en democracia.

Don Oscar, efectivamente la violencia no es costarricense, pero sí proviene de algunos que dicen llamarse “costarricenses” y que no son más que malos ejemplos para las futuras generaciones.


Fuente Tribuna Democrática

El énfasis es nuestro


Foto: Policía represiva protegiendo intereses privados en Sardinal.




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