Por: Flora Fernández
Decía Gandhi, con sobrada razón, “admiro a Cristo, pero los cristianos me dan asco”. Las enseñanzas de Cristo eran una cosa, mientras la práctica que hacían quienes se decían sus seguidores, eran lo contrario.
A mí también muchos cristianos me dan asco. Cristianos como Guyón Massey que llegó a la Asamblea Legislativa con el apoyo de muchos seguidores a los que olvidó, para luego vender su apoyo al TLC a cambio de una donación de 90 millones a una “fundación” de su familia. Eso fue lo que se reveló, hoy muero por saber cuánto pasaron debajo de la mesa esta semana a quienes colaboraron en la privatización del mercado del ICE, desde la redacción del proyecto de ley, pasando por los votos, hasta llegar al “laissez faire, laissez passer” de quienes dicen representar a la mitad del pueblo que dijo no en el frauderéndum y seguimos oponiéndonos a ese despojo, sin que nadie nos represente.
Me causan repugnancia los cristianos de la Conferencia Episcopal transando millones pese a las intervenciones de la SUGEF, al extremo que esta semana los obispos fueron denunciados por su mal actuar. En su momento también me dio asco lo actuado por el Banco Ambrosiano en el Vaticano.
Me disgusta Claudio Solano, el cura que al lado de los Arias celebró el “triunfo” del TLC en el proceso más sucio de los últimos años. Un TLC que nada bueno trae a los más débiles y pobres a quienes se debe el cura Solano, era lo que tanto le alegraba. Nada debe sorprendernos de quien vio en el solidarismo una forma de escalar, de llegar a directivo de la CCSS y ahora del INA. El apoyo a los Arias no era gratuito.
Me indigna que Angel San Casimiro encubriendo a un cura pederastra que había violado a un niño dijo: “ese no es el crimen del siglo…”. Para ese niño sí lo fue y su vida será un infierno, porque hasta su muerte arrastrará la ignominia y la amargura de la que fue víctima. Muchos niños más han sufrido lo mismo y sí es el crimen del siglo que un cura abuse sexualmente de criaturas indefensas.
Es nauseabundo que muchos pastores que reciben diezmo de sus fieles, que con grandes sacrificios y literalmente quitándose la comida de la boca aportan dinero, mientras sus pastores lo gastan dispendiosamente porque nada les ha costado, como lo hacía el célebre Zacarías y muchos otros.
Me da asco ver los tesoros que tiene la iglesia mientras curas ancianos viven en la miseria tras una vida de servicio y sacrificio. ¿No hay dividendos de las inversiones en Sama, en la Cervecería y en las temporalidades, para darles unos centavitos de esas abultadas ganancias para darles una pensión que necesitan desesperadamente para morir dignamente?
De todo lo anterior, lo que sí impresiona es la respuesta del Presidente de la Conferencia Episcopal Franciso Ulloa ante la pregunta: ¿cómo Torres prestó tanta plata de ellos sin avisarles? Y respondió “… cuando yo llegue al cielo lo primero que voy a hacer es preguntarle por qué lo hizo”. En serio, ¿Ulloa creerá que va a encontrar a Torres en el cielo? Y cómo piensa él entrar al cielo ¿será cabalgando un camello? ¿Y la aguja? A él, no puede una referirse como “monseñor” porque ofende la dignidad del cargo.
Si estas líneas sirven para tacharme de hereje, lo acepto con gusto porque prefiero ser rebelde contra quienes adoran al becerro de oro, mientras ofrecen vida eterna a sus feligreses si soportan la pobreza. Elijo ser hereje antes que aceptar que los pastores y prelados gocen de manera desenfrenada e insaciable las riquezas materiales. Acumulan millones cada día, tienen más posesiones, más oro y más riqueza y siempre quieren y “necesitan” más, ¡En nada se diferencian de sus socios los Arias!
Además de hereje, no me preocupa estar excluida, excomulgada y ajena a las iglesias y jerarcas de ese tipo, porque en la relación con el Creador, esa gente estorba.
Habiendo personas que establecieron un buen modelo a seguir como la Madre Teresa de Calcutta, Pedro Casaldáliga, Leonardo Boff, San Francisco de Asís, MK Gandhi, Khalil Gibrán, Monseñor Romero en El Salvador, el Padre Damián de Veuster y hasta actrices dulces y sensibles como Audrey Hepburn, todo sin dejar de lado a miles de misioneros y misioneras esparcidos por el mundo que optaron por los pobres, que atienden niños y mujeres abandonadas, enfermos y ancianos. Si el cielo existe ese será su lugar donde deben estar.
Y en nuestro país, también hay cristianos, compañeros de causas y luchas con quienes da gusto estar a su lado y seguirlos, como: Monseñor Trejos, Melvin, Ronal y Miguel.
Termino con las líneas de ese ser humano extraordinario que tampoco quiso ser cristiano:
Señor, ayúdame a decir la verdad delante de los fuertes y a no decir mentiras para ganarme el aplauso de los débiles. Si me das fortuna, no me quites la razón. Si me das éxito, no me quites la humildad. Si me das humildad, no me quites la dignidad. Ayúdame siempre a ver la otra cara de la medalla, no me dejes inculpar de traición a los demás por no pensar igual que yo. Enséñame a querer a la gente como a ti mismo y a no juzgarme como a los demás. No me dejes caer en el orgullo si triunfo, ni en la desesperación si fracaso. Más bien recuérdame que el fracaso es la experiencia que precede al triunfo. Enséñame que perdonar es lo más grande del fuerte y que la venganza es la señal del débil. Si me quitas el éxito, déjame fuerza para triunfar del fracaso. Si yo faltara a la gente, dame valor para disculparme y si la gente faltara conmigo dame valor para perdonar. Señor, si yo me olvido de ti, no te olvides de mí.
GANDHI
Fuente: Tribuna Democrática
0 comentarios:
Publicar un comentario