Rodeado de aduladores y de bufones dispuestos a aplaudir cada ocurrencia del jefe, el presidente Arias se burla de sus opositores en cada una de las reuniones a puerta cerrada que lleva a cabo en las empresas de zonas francas, para promocionar el TLC. Está convencido de que es muy inteligente e ingenioso, porque lleva demasiados años rodeado de gente que se parte de risa por cualquier tontería que dice.
El mismo tiene que aguantarse sus propias carcajadas ante sus corifeos de turno, cuando le dice a los trabajadores que con el TLC "el que anda en bicicleta llegará al trabajo en moto BMW, y el que conduce un Hynduai lo hará en un Mercedes Benz", o cuando, en el colmo de su brillante sarcasmo, afirma que "los del No amenazan que con el TLC la isla del Coco será una franquicia de Disney".
Los trabajadores, obligados por los capataces a soportar los discursos soporíferos con los correspondientes toques de humor arista, no están para bromas, aunque a veces hay que aplaudir porque está prohibido silbar.
El espectáculo se prestaría incluso para que todos nos divirtiéramos un poco, si no nos tomáramos la democracia en serio, y si no tuviéramos la capacidad de indignarnos ante el uso prevaricador del poder y de los recursos públicos, el secuestro de las libertades en fábricas y plantaciones, la humillación de obreros y obreras en el espacio concentracionario de sus centros de trabajo.
Es evidente que Oscar Arias habla de lo que no sabe y que ofende la inteligencia de los costarricenses. Por eso no acepta debatir: "El Presidente no está para eso", dice con ese tono de soberbia y de superioridad que adoptan algunos ricachones, y agrega con talante testicular que le "tiene sin cuidado lo que digan", que para discutir de comercio "están los que saben". Claro, la aristocracia está para reunirse con la farándula y para otros menesteres menos tediosos que el aburrido TLC.
Es verdad que esa falta de respeto a la gente no es monopolio de este gobierno, es algo que lamentablemente se viene incubando, lenta pero inexorablemente, en el proceso de degeneración democrática que el país viene padeciendo. Pero ese desparpajo con el que Arias trata a los ciudadanos como si fueran súbditos, parece ser el sello de una presidencia imperial ejercida con una prepotencia sin límites.
Lo más grave es, sin embargo, el uso patrimonial de lo público en la campaña del referéndum que sin duda raya con posibles conductas delictivas. Una buena parte del presupuesto nacional -bonos, becas, obra pública y un largo etcétera- es puesto con todo descaro al servicio de la causa. Esta orgía de poder político, económico y financiero, sin frenos y sin contrapesos democráticos, es el mayor peligro que enfrentamos como país y como sociedad, y la catástrofe que amenaza a nuestra democracia si lograran salirse con la suya.
Por dicha, la risa se les congeló cuando la niña nicoyana dijo con su poesía lo que sentimos y por lo que luchamos la inmensa mayoría de este país.
* Diputado del Frente Amplio.
0 comentarios:
Publicar un comentario