Números y argumentos

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Por Juan Manuel Villasuso


Mis dos últimas columnas, con datos sobre el comercio centroamericano con Estados Unidos, dejan en claro al menos tres cosas.

  • En el primer año de vigencia del TLC (2006) las exportaciones de los países centroamericanos al mercado norteamericano no aumentaron, por el contrario, disminuyeron. En los primeros meses de 2007 parecen haber recuperado un ritmo similar al que tenían antes del Tratado, pero no mayor.
  • Las importaciones provenientes de Estados Unidos crecieron de manera contundente, pasando de una tasa promedio anual del 7% (2003-2005) al 19% en 2005-2006.
  • La balanza comercial de los cuatro países centroamericanos con Estados Unidos se deterioró en US$1.455 millones y los datos más recientes indican que ha pasado de superavitaria a deficitaria.


Esos son los números. Números que no han sido refutados. Son la única evidencia empírica de que disponemos para tratar de vislumbrar, más allá de los supuestos y las especulaciones, cuáles podrían ser los efectos del TLC sobre el comercio de los países.

Desde luego, los ejercicios explicativos alrededor de las cifras son importantes. Es por eso que con mucho gusto me refiero al nuevo comentario de don Pedro Oller (“Siguen danzando los números”), al que se suma Luis Mesalles (“Importar es bueno”).

Se equivoca don Pedro al afirmar que satanizo las importaciones. De ninguna manera. Los que creemos que el intercambio comercial entre las naciones “puede” ser beneficioso no podemos denigrar ninguna de sus vertientes, ni las exportaciones ni las importaciones.

Lo que sucede es que considero que el comercio internacional es un instrumento y no un fin en sí mismo. Es por eso que digo que “puede” ser beneficioso, pero eso dependerá de las condiciones en que se realicen las transacciones y de los bienes y servicios que se negocien.

Jamás me atrevería a afirmar de manera rotunda que las exportaciones son buenas, porque las exportaciones pueden significar depredación de los recursos naturales, explotación de la niñez, desabastecimiento de la población, o pago de salarios bajos a los trabajadores para lograr la competitividad en los mercados externos.

Tampoco me atrevería a afirmar, como lo hace Mesalles de manera tajante, que importar es bueno cuando las importaciones pueden afectar derechos y valores fundamentales, lesionar a productores nacionales incapaces de competir con los subsidios que otorgan las naciones desarrolladas a sus agricultores, o agravar los elevados desequilibrios de balanza comercial que tenemos y cuya sostenibilidad a mediano plazo genera preocupación.

De tal manera que en esto del comercio internacional, al igual que en otros ámbitos económicos, las afirmaciones categóricas son muy peligrosas. De ahí la importancia de poner las cosas en contexto. El comercio “puede” ser beneficioso, pero depende de las condiciones, del efecto sobre los distintos sectores económicos y sociales, del impacto de largo plazo. Por eso mis cuestionamientos y mi negativa a este TLC.

Pero volviendo a lo que nos ocupa, no lleva razón don Pedro en su comentario sobre las importaciones. Primero porque la desgravación de los llamados productos “sensibles”, aún no se ha iniciado y tomará algunos años ver sus efectos sobre la producción nacional; y segundo, porque los aranceles que se aplican a las importaciones no son uniformes y su abatimiento total conlleva una modificación de los precios relativos, con lo cual es de esperar una alteración en la estructura de importaciones.


Fuente Tribuna Democrática

Nota: El énfasis es nuestro




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Juan Manuel Villasuso





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