Paradigma del libre comercio
Juan Manuel Villasuso
Entre los postulados de la “escuela de economía clásica” la competencia en los mercados ocupa un lugar de privilegio. Por ello plantea que el Estado no debe intervenir en el libre juego de la oferta y la demanda porque su intromisión produce distorsiones que reducen la eficiencia.
Una “mano invisible” orienta a los consumidores y a los productores hacia el equilibrio, y las políticas públicas (monetarias, fiscales o cambiarias) solo sirven alterar la adecuada fijación de los precios.
El libre intercambio de bienes, servicios y factores de producción, sin ningún tipo de restricción, es uno de los supuestos básicos en el análisis de los economistas clásicos: Smith, Ricardo y Stuart Mill, entre otros. Ese intercambio hace posible el aprovechamiento de las “ventajas comparativas” que llevan a la especialización y al aumento del bienestar de las naciones.
Los planteamientos de esta escuela de pensamiento, poderosos conceptualmente, no reflejan adecuadamente la realidad. Son esencialmente esquemas analíticos de naturaleza normativa, donde los supuestos conforman un entorno ideal a partir del cual se derivan conclusiones que tienen poca aplicación y pertinencia en lo específico.
El mundo abstracto de los clásicos, con mercados competitivos que permiten hacer análisis de equilibrio general como los de Walras, se confronta con la presencia de monopolios y estructuras oligopólicas que contradicen las premisas e invalidan los razonamientos y demostraciones de estos economistas.
Pero es en el ámbito de la economía internacional donde los supuestos de la competencia pura y el libre comercio encuentran mayores refutaciones. La evidencia muestra enormes imperfecciones y trabas en el intercambio económico entre los países. Para muestra algunos botones.
• Los aranceles y otras barreras no arancelarias de naturaleza proteccionista, como cuotas, reglas de origen y obstáculos técnicos.
• Los elevados subsidios a la producción, la exportación y el consumo que otorgan los países desarrollados.
• Las prohibiciones migratorias que impiden la movilidad internacional del factor trabajo, en contraposición con el libre flujo del factor capital.
• La existencia de empresas transnacionales con poder oligopólico para controlar tanto la producción como el comercio de bienes y servicios.
• Las regulaciones y convenios en materia de transporte que originan tarifas aéreas y marítimas que no responden a criterios de concurrencia.
• Los movimientos especulativos de capitales y las fluctuaciones de los mercados financieros que afectan los flujos comerciales.
• Las sanciones comerciales utilizadas como arma geopolítica, tales como bloqueos, certificaciones y listas de exclusión.
Estas son algunas de las circunstancias concretas que hacen que el libre comercio sea paradigma y no axioma. Son también los factores que generan un intercambio desigual entre los países, donde los mas poderosos son los verdaderos ganadores.
El predominio de estructuras mercantiles no competitivas nos separa del libre comercio. Es por ello que resulta ingenuo discurrir sobre comercio únicamente desde una perspectiva económica.
Se requiere también de una visión política. Una visión que permita superar las imperfecciones de los mercados y fomentar un comercio más justo, con rostro humano, sustentado en principios y metas como la reducción de la pobreza, el uso de energía limpia, la conservación del medio ambiente y el respeto a derechos universales.
Fuente Tribuna Democrática
Nota: La negrita es nuestra
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