¡Ha llegado la hora de Juanito Mora!

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Estamos a pocos días de conmemorar los 151 años de la Batalla de Rivas y es por eso que quiero compartir un hermoso artículo de Dionisio Cabal -cantautor nacional y director de Cantares- que se publicó en abril del año pasado en el Semanario Universidad.



¡Ha llegado la hora de Juanito Mora!

Costa Rica no celebra cual nación digna de su historia, los 150 años de la Campaña Nacional. No habrá un acto importante, solemne o festivo que reedifique la memoria que informa el sustrato de nuestras verdaderas decisiones soberanas y libertarias.

Muertas las vibrantes reflexiones de don Joaquín García Monge ante el Monumento Nacional.

La causa: el imperio patea el suelo y los pusilánimes se estremecen de horror. A otros les tiemblan las comisiones y los réditos. Su Patria son los negocios y su oráculo William Walker: “Lo que no hicieron los rifles lo harán los dólares”. El esclavista de los desalmados ojos grises, ondeaba una bandera con el lema “FIVE OR NONE”, afanado en someter toda Centroamérica. Cinco o ninguna, no negociable. Hoy Walker dice lo mismo: “TLC” (Todas Las Cinco), no hay renegociación.

Afortunadamente, vive don Juanito Mora (uno y múltiple en el sacrificio de nuestro pueblo).

La historia no pasa en vano. La complicidad intelectual y el colaboracionismo con los eternos detractores de don Juanito, no lograron minimizar los alcances categóricos que dictan los hechos de la Campaña Nacional. LA IDEOLOGÍA DEL 56, fluye en las luchas populares, se patentó en las conquistas sociales, aguarda en el futuro, utópica y subjetiva, para que sigamos soñando la Patria justa y el mundo humanitario.

Se afirma que los costarricenses de entonces no existíamos como realidad “nacional”, porque la Patria no había recibido del numen oligárquico-liberal la invención de los símbolos que la cohesionarían como parte de su proyecto de clase. Pero no. Cuando don Juanito dijo que la Patria peligraba, la Patria no era una abstracción para nadie. Exaltó la libertad y la paz, el trabajo y el progreso; porque ya éramos un pueblo con identidad, con nación (nacencia y espíritu), no por la Bandera y el Himno Nacional (que ya teníamos), sino por las canciones, carretas y yigüirros, comales y tortillas, rezos del niño y serenatas con luna, sesteos y leyendas mestizas, santorales, pintas repintas y tanto chunche y el cantadito al hablar, y porque junto a los defectos teníamos nuestras colectivas virtudes. Pequeño y maravilloso pueblo, no menos que cualquier otro sobre la tierra, aunque los liberales oligárquicos no lo hubieran decretado, como decretan ahora la entrega de Costa Rica. Eso salimos a defender en el 56. La ideología que persiste adherida a los huesos y al subconsciente, la que desde entonces nos permitió sentir y asentir que llamarse costarricense no es una teoría, y que no basta nacer en Costa Rica para ser costarricense.

El Destino Manifiesto naufragó en la costa de don Juanito. El Destino Hispanoamericano fue rozado por el manto de la Virgen de los Ángeles. Jerjes topó con Leónidas. Yo reivindico la retórica que ayer brotó del corazón encendido de los buenos costarricenses junto a la retórica que hoy bruñe cada pecho donde arde el fuego de Rivas. La retórica, como la ciencia, puede ser un arma, la ética define su buen uso.

Promulgadas las leyes que privilegian a inversionistas y pensionados norteamericanos frente a los empresarios y menesterosos pensionados costarricenses, el poeta Antidio Cabal advirtió: Hoy el Mesón está en Cuesta de Moras.

Hoy como ayer la ventaja tecnológica contra los intereses patrióticos. Fusil de chispa y “modernos” rifles Minié frente a rifles de cartucho de los invasores, caites contra botas claveteadas, recursos logísticos inferiores a los dispendiosos avituallamientos y al parque bélico que el negrero de Tennessee recibía de su centro ideológico-financiero. Solo éramos, y somos, superiores en la determinación de vencer.

Desde el fondo del tiempo, en la atmósfera mítica de Rivas en la urgida Nicaragüita, don José María Cañas (serena voz en los momentos más cruentos) volverá a preguntar: “¿Habrá entre vosotros un valiente que se atreva a dar fuego a este mesón?” Luis Pacheco, Joaquín Rosales y el Tambor de Alajuela responderán.

Aquí original



2 comentarios:

loco dijo...

Yo creo que usted no conoce la historia de Juanito Mora.

Si, como general de guerra le reconozco su éxito. Ganó la guerra gracias a sus destrezas en el campo militar.

Pero como presidente ¿sabía usted que Juanito era un sangriento dictador que apoyaba a un grupúsculo de ricos, los únicos que podían comerciar libremente el café? Yo no quiero que un dictador me gobierne con mano de hierro para su lucro personal.

Lea la historia.

Lo que si me gustaría es una persona que reconozca mi derecho a mi soberanía personal y no me robe. Algien que me respete a mí, a mi familia y a mis semejantes. No un Juanito Mora depiadado y corrupto.

Por lo tanto, si ustedes apoyan a un sanguinario dictador, yo no los apoyo a ustedes.

hadabruja dijo...

Primero, muchas gracias por compartir un artículo tan interesante.
El hecho de reconocer las virtudes de Juanito Mora como estadista no implica ignorar sus vicios o defectos como parte la oligarquía nacional.
Al igual que sucede con otros personajes emblemáticos, la figura de Mora siempre generará interés y discusión.

El artículo de la señora Fallas Santana confirma que la oligarquía criolla siempre ha velado por sus intereses de clase en detrimento de los intereses nacionales.

“Durante las primeras décadas del desarrollo de la agricultura de exportación los principales miembros de la elite dependieron en forma importante de las ganancias adicionales que obtuvieron de los contratos para abastecer al gobierno de caña de azúcar para la destilación de licores y de tabaco para la venta al detalle, de las concesiones para explotar recursos naturales tales como bosques y de adelantos en dinero en efectivo para trabajar en sus empresas mineras. Asimismo, usaron sus influencias políticas para desviar fondos públicos hacia sus arcas privadas.” Carmen María Fallas

Cuando Centroamérica se convirtió en objetivo de los filibusteros norteamericanos, Juanito Mora tuvo la determinación y la valentía no sólo de enfrentar a los invasores sino que también a la oligarquía que lo había llevado al poder para que velara por sus intereses. Es ahí, precisamente donde radica su mérito como estadista porque a diferencia de muchos de los que nos han gobernado, colocó los intereses de la patria por encima de los intereses de clase.

“La guerra contra las tropas de Walker marcó un punto decisivo en la administración Mora porque alteró significativamente el curso de los asuntos internos de Costa Rica…El rompimiento del consenso político entre los cafetaleros y comerciantes respecto a Mora comenzó cuando él siguió adelante con sus planes de lanzar un ataque ofensivo contra Walker en 1.856. Mora involucró a Costa Rica en una confrontación militar en contra de la opinión de la mayoría de los principales miembros de la elite". Carmen María Fallas

“…Estos miembros de la elite también se opusieron a la guerra porque temieron que esa alejaría de las actividades productivas a la ya escasa mano de obra y podría tener otras consecuencias impredecibles”. Carmen María Fallas

“Cuando se libró la lucha contra el invasor extranjero, hubo costarricenses que lanzaban vivas al filibusterismo, que resaltaban la supuesta superioridad de Walker y sus hombres. Esa actitud de sumisión ante el extranjero opresor- aunque también ha habido extranjeros solidarios con los intereses de Costa Rica, como se ha señalado al principio -, lamentablemente se ha repetido en otros momentos de la historia nacional. En las últimas décadas del siglo XIX, con la justificación de “fomentar el progreso” en el país, se entregaron tierras y riquezas a poderosas compañías extranjeras. Así, cuando se inauguró el ferrocarril al Atlántico – en principio, de gran importancia para Costa Rica - en la locomotora iba, con aire de conquistador, Minor Cooper Keith, enarbolando la bandera de Estados Unidos. ¡La historia nos ha enseñado cual ha sido el resultado de muchos de esos tratados “negociados” por algunos costarricenses en nombre de nuestra patria!” Juan Rafael Quesada*

“La determinación de Juan Rafael Mora Porras de ir a la guerra fue calificada por sus críticos, como premeditada y peligrosa. Sin embargo, esa firme resolución del gobernante pone de relieve su condición de estadista. En efecto, el estaba bien informado de lo que realmente representaba el filibusterismo, gracias a los comentarios que la prensa de América del Sur y de Cuba hacían acerca de las andanzas del filibustero William Walker en territorios que en ese entonces pertenecían a México y de las implicaciones del “ Destino Manifiesto”, artículos que eran reproducidos por la prensa costarricense. También el Presidente Mora, recibía frecuentemente, valiosos informes del representante de Costa Rica en Washington, Don Luis Molina, que lo alertaban sobre el ambiente favorable a Walker existente en Estados Unidos." Juan Rafael Quesada*

“En un balance de conjunto, habría que reconocer que Mora tuvo la visión suficiente
para reconocer el peligro que implicaba el proyecto de Walker para la integridad
territorial de Costa Rica, e insistir en que era necesario ir a la guerra, pese a la oposición
de otros miembros de su gabinete y de las grandes familias cafetaleras. La claridad que
tuvo Mora en 1856 contrasta, sin duda, con la de algunos de los actuales ex presidentes
costarricenses, quienes en el 2006 no han comprendido aún la amenaza que supone el
TLC para la integridad institucional del país. Tal reconocimiento, sin embargo, no
debería opacar que el gobierno de Mora fue el iniciador de un tipo de gestión estatal con
la cual los costarricenses del 2006 estamos bastante familiarizados: límites difusos entre
lo público y lo privado, pago de comisiones por contratos con el gobierno e intentos de
privatización de bienes públicos en beneficio propio.” Iván Molina**

*Quesada Camacho, Juan Rafael. "Juan Rafael Mora Porras y el filibusterismo"

**Molina Jiménez, Iván. “Ficciones y constataciones: diez preguntas y respuestas sobre la Campaña Nacional (1856-1857)”

 

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